Hoy arranca en un tribunal del Supremo del condado de Nueva York en Manhattan el proceso de selección de los 12 miembros del jurado que van a determinar el futuro de Harvey Weinstein, el productor cinematográfico de 67 años al que más de ocho decenas de mujeres han señalado como un depredador sexual y que, en este caso penal, enfrenta cinco cargos por violación y agresión sexual.

Aunque es el fundador de Miramax quien se sienta en el banquillo de su juicio, sea cual sea el veredicto tras un proceso que se calcula que durará entre seis y ocho semanas y en caso de culpabilidad puede ser castigado con cadena perpetua, es visto como algo más: un triunfo de una nueva conciencia sobre los delitos sexuales a la que dieron alas, precisamente, las revelaciones sobre Weinstein que The New York Times y The New Yorker empezaron a publicar en octubre del 2017.

Esas revelaciones impulsaron la eclosión del movimiento MeToo, cuyo impacto en el mundo de la cultura y el entretenimiento de Estados Unidos ha sido innegable y ha animado acciones en otros sectores e industrias y a nivel político. No han sido tan profundas y definitivas como podrían, pero constatan al menos un cambio de paradigma en cómo abordar y enfrentar el endémico problema de quienes abusan de su poder usando el sexo como arma.

«(Weinstein) parecía intocable y que la sociedad diga, en los términos más contundentes posibles, que lo que pasó está mal es una validación increíble para cualquier víctima», analizaba en Time Anne Franks, profesora de Derecho en Miami.

Coincidía en el análisis Tina Tchen, presidenta de Time’sUp, un grupo que se lanzó a principios del 2018 en Hollywood para combatir el acoso, las agresiones y la discriminación en la industria y que también ha creado un fondo para ayudar a mujeres sin recursos que plantean denuncias en cualquier sector. «Incluso que Weinstein esté ante los tribunales representa victorias porque muchos de estos casos no llegan tan lejos», declaró.

Las acciones de Weinstein eran un secreto a voces en Hollywood pero cuando tras décadas de silencio (y encubrimiento) se derribaron las compuertas que lo habían protegido se desató una torrencial tormenta de denuncias contra otros abusadores que sacaron a la superficie realidades enfangadas. Según una lista que mantiene actualizada Vox (que anticipa el inicio de los casos hasta abril 2017, cuando se vio forzado a dimitir el presentador de FoxNews Bill O’Reilly), ha habido al menos 263 celebridades, políticos, empresarios y otros acusados de conducta sexual inapropiada. De los integrantes de esa lista (en la que no aparece Plácido Domingo) la mayoría forman parte del mundo de artes y espectáculo (101) y de la industria mediática (57).

Justamente la fama ha contribuido a dar visibilidad a un problema que no conoce fronteras de sector, raza o clase y, también, impulso a medidas para combatirlo. 15 estados han aprobado nuevas protecciones según datos del National Women’s Law Center y, por ejemplo, California, epicentro de la industria audiovisual, ha prohibido el uso de acuerdos de confidencialidad como los que blindaron a Weinstein y ha extendido protecciones a trabajadores autónomos, numerosos en el mundo del cine y la televisión. Nueva York, el otro eje audiovisual del país y su núcleo cultural y mediático, ha ampliado los plazos para la prescripción de algunos delitos de violación de cinco a 20 años.

algo está cambiando / En Hollywood las señales de cambio se notan. Prolifera la demanda de «directores de intimidad» y estrellas como Julia Louis-Dreyfus hablan esperanzadas. «Hay una conciencia ligeramente nueva y el trabajo no está acabado ni lo estará nunca pero hay una nueva forma de comunicar que ha mejorado», declaraba la actriz.

«Estamos recalibrando nuestras relaciones, comportamientos y lugar de trabajo. Se necesitaba desde hace tiempo y es bueno», valoraba también Brad Pitt.

Michelle Williams, que denunció públicamente la discriminación salarial frente a Mark Wahlberg en Todo el dinero del mundo (una película de la que se borró a Kevin Spacey después de que fuera acusado de agresiones homosexuales y tras la que Walhberg donó su salario a Time’sUp), ha expresado su optimismo. «He visto muchos cambios en la industria pero no solo», ha dicho. «Lo veo en la escuela de mi hija, en lugares de trabajo, y me da esperanzas de que el mundo en que están creciendo las niñas va a ser diferente al que conocimos».

Son transformaciones que identifican en la cultura y la sociedad estadounidense en general una mayoría de mujeres (el 55% según datos de una encuesta de la empresa de asesoría Have Her Back). Solo el 28% de las sondeadas, no obstante, dice haber sentido la mejoría personalmente y el 42% piensa que nada ha cambiado.