En el texto que acompaña el vídeo que hizo público en Instagram el sábado por la noche, Connie Inglis, la británica de 21 años que ha hecho un inspirador relato público de su lucha contra la anorexia, recuerda que ha pasado «muchos años de su vida» odiando su propio cuerpo, «intentando ser más delgada y más bonita» y evitando alimentos que sabía que le gustaban pero que se había convencido a sí misma que no podía permitirse. En el vídeo aparece en ropa interior, exhibiendo un cuerpo normal, bailando alegre mientras sujeta un paquete de patatas y dos barritas de chocolate. En el texto escribe que ha tenido dudas sobre si debería comer chocolate después de un día dedicado a hacer nada, pero luego dice que le importa un bledo. «¿Sabéis qué? ¡Me muero por un chocolate y eso es lo que voy a comer!»

Inglis es londinense, pero vive en Leeds, en el centro de Inglaterra. Trabaja en una tienda de ropa y estudia Bellas Artes en el Leeds College of Art. Después de casi una década de problemas vinculados a desórdenes alimenticios, en diciembre del 2015 tuvo que ser ingresada de urgencia en el hospital (su tercer ingreso, a la postre el definitivo), en un estado que ella misma admite que era lamentable. «Mi peso había bajado terriblemente en diciembre del 2015». Intentaron alimentarla con tubos, pero ella misma rechazó el tratamiento. «Estaba muy enferma y no podía ver que era lo que mi cuerpo necesitaba, así que luché contra ello», contaba. Fue trasladada a un pabellón para víctimas de desórdenes alimenticios y allí permaneció los siguientes seis meses. «Empezando poco a poco a hacer cosas por mí misma otra vez», afirmaba.

FOTOS DE COMIDA // El agujero quedó consignado en su Facebook. Después de una foto del 5 de diciembre del 2015 junto al árbol de Navidad --un primer plano de su rostro enjuto--, reapareció en mayo, no tan delgada, rejuvenecida. Más o menos por esa época abrió una cuenta en Instagram (my life without ana, mi vida sin anorexia) para relatar el proceso que empezaba: el que la convertiría en una persona que se alimentaba normalmente y tenía un cuerpo normal. Hizo un relato sincero. Publicó fotos de sí misma y de cómo su cuerpo iba cambiando, y muchas fotos de comida, con textos que hablaban de penas y alegrías.

Hoy en día tiene 16.000 seguidores y su caso ha sido ventilado por la prensa inglesa, pues conecta con un problema nacional. A mediados del pasado año 2015, cuando Inglis formaba parte de esas cifras, la sanidad pública británica divulgó que los casos de trastornos alimenticios habían aumentado un 89%. Especialmente entre los jóvenes. Especialmente entre las chicas.

No es un problema solo del Reino Unido. Estudios recientes cifran en 400.000 el número de mujeres españolas víctimas de anorexia nerviosa. Es una estadística que no ha variado sustancialmente desde los años 90, como sí lo ha hecho la edad de los enfermos más jóvenes, que hoy en día pueden tener hasta 13 años. En casos puntuales, menos. No en vano, los datos hablan por sí solos: es una enfermedad femenina, puesto que el 85% de los que la padecen son mujeres.

INSPIRACIÓN // La joven Inglis enseña su cuerpo sin complejos en la red. Se coge los michelines con las manos (ahora tiene) y los fotografía sin pudor. Se fotografía de frente, de perfil, de espaldas, casi siempre en ropa interior y casi siempre sonriendo. Al final ha resultado inspiradora, y ha sido fichada por una de las principales organizaciones británicas de lucha contra la anorexia, Beat, para recaudar fondos. En una de sus últimas entradas en Instagram, acompañando una serie de tres fotos que abarcan los últimos ocho años de su vida (una delgada chica de 13 años, una esquelética joven en el hospital, una radiante mujer recuperada y orgullosa de sí misma), escribía: «Me atormenté física y mentalmente. Me dije a mí misma que era horrible e indigna de ser feliz. Odié mi cuerpo. Le hice pasar hambre, le hice sufrir, le infligí mucho daño. ¡Esa ya no es mi vida!».