Javier tiene cuatro años recién cumplidos y le encanta pintarse las uñas. A sus padres les parece estupendo. A sus abuelos, no tanto. Ni a sus compañeros de clase. Ni a mucha gente desconocida que le mira por la calle o en el parque y le dice: «pareces una niña». A Javier le gusta vestir de rosa. Su abrigo favorito es de ese color y sus zapatillas, también. «Eso es de chicas», le sueltan de vez en cuando sus amiguitos para desespero de sus padres. Hace poco, en una tarde de compras, Javier pidió a su madre un vestido «muy molón». La madre quería comprárselo pero no lo hizo para «evitar tener que dar explicaciones a abuelos, profesores y compañeros».

El debate social está abierto. ¿Por qué a un niño le gusta pintarse las uñas? ¿Por qué los demás no lo aceptan? ¿Por qué una niña disfrazada de Spiderman está chulísima y si un niño se pone un vestido de las protagonistas de Frozen es un rarito?

«Ver a un crío con las uñas pintadas no gusta a mucha gente porque el fantasma de la homosexualidad está presente en sus cabezas. Existe el miedo a que se salga de lo considerado como normal, cuando la realidad es que a los niños pequeños les encanta explorar y disfrazarse de cualquier cosa. Para ellos, pintarse las uñas es un juego divertido. No tiene nada que ver con la orientación sexual, que aparece más tarde», explica Ana Herrero, psicóloga y coordinadora del departamento de Orientación del grupo Brains International Schools, un centro donde todos los alumnos --niños y niñas-- llevan el mismo uniforme: pantalón de chándal, camiseta y deportivas.

RESPETO // En su opinión, hay que ser siempre respetuosos y tener muy presente la igualdad de género: «Es importante escuchar, observar y respetar a los niños y, en caso de conflicto, explicarles que el problema está en los demás porque ellos no están haciendo nada malo». Eso mismo es lo que han hecho, en los últimos meses, dos padres (uno de Euskadi y otro de Alicante). Hartos de que a sus hijos pequeños les dieran esquinazo en el patio del colegio por llevar las uñas pintadas, se embadurnaron las suyas de esmalte y se hicieron fotos con sus críos. Las mostraron en las redes sociales y su reivindicación se convirtió en viral.

En septiembre, una mamá francesa causó furor cuando publicó en Maman, rodarde!, un blog para «padres y niños curiosos» un folleto en el que se rompían esterotipos. «¿Pueden los hombres llevar las uñas pintadas?», se preguntaba al mismo tiempo que mostraba fotos de Brad Pitt y Zac Efron con esmalte en sus dedos. Lo mismo con el maquillaje (el presidente Emmanuel Macron), las joyas (David Beckham), los trajes de purpurina (Prince) o las lágrimas (Barak Obama). Hasta la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, dejó claro este viernes en la presentación del cartel de la oferta cultural de la ciudad --unos pies con las uñas pintadas-- que «cualquier persona, hombre o mujer, se puede pintar las uñas».