La conciliación en España tiene que ver más con la tradición que con la voluntad. Con los hábitos y los tópicos, como que aquí la siesta es obligatoria. Quizás porque aquí el clima es más templado y porque hay más horas de sol, el día empieza más tarde, y la jornada se alarga. También el mediodía, con hasta dos horas para realizar un acto de comer que puede ventilarse en 30 minutos, lectura del periódico incluida. El Congreso quiere empezar a cambiar los horarios para que las oficinas se vacíen a las seis de la tarde. ¿Pero es eso lo que piden los trabajadores?

Según una reciente encuesta realizada por la empresa de recursos humanos Randstad, el 45% de los trabajadores considera clave la conciliación de la vida laboral con la familiar a la hora valorar una oferta de empleo. Llama también la atención que el 52% no estén satisfechos con su jornada laboral. De todos estos, el 69% quisieran tener más tiempo libre para sus cosas, y el 65%, poder disfrutar de su familia.

No son estas cifras que demuestren un poderoso y unánime deseo de llegar a casa cuanto antes. Añadan el porcentaje del 36% que piden una jornada más flexible en función del día, o el 16% que trabajaría más horas a cambio de reducir el número de días laborales. “Una mayor flexibilidad horaria es beneficiosa para el empleado, ya que ofrece diferentes alternativas de jornada laboral y para la sociedad en general, puesto que se aumenta el tiempo de ocio disponible”, sostiene el estudio, que ha realizado 10.500 encuestas en toda España.

PACTO NACIONAL

La ministra de Trabajo, Fátima Báñez, anunció hace una semana su intención de impulsar un “pacto por la conciliación y la racionalización de los horarios”. No entró en detalles, a pesar de la magna empresa que se impone, pero, grosso modo, implicaría, siempre que se pueda, abandonar el puesto de trabajo a las 18 horas. Como medida complementaria, se recuperaría el huso horario previo a la modificación impulsada por Francisco Franco, y que equipara la hora solar española con la de Alemania cuando lo propio sería coincidir con la británica, esto es, una hora menos, como en Canarias.

Muchas cosas deberían cambiar para lograr estos nuevos hábitos laborales. En cualquier caso, avanzar la salida de las oficinas sería la ocasión ideal para dar entada a la reforma horaria, un nuevo orden vital que, en resumidas cuentas, sitúe el desayuno entre las siete y las nueve de la mañana, la comida entre las 12 y las 14 horas, y la cena entre las 19 y las 21 horas. Afectaría al empleo, pero también a la educación, el comercio y la televisión. Casa con la voluntad del Gobierno.

Cataluña ha tomado la delantera. El Consell de Relacions Laborals de la Generalitat reunió a finales de septiembre a los principales agentes laborales para que incluyan los mandamientos de la reforma horaria en sus futuros convenios colectivos. UGT, CCOO, Foment, Fepime y Pimec, además del Govern, firmaron una hoja de ruta de 10 puntos que introducen medidas sobre el uso del tiempo en el lugar de empleo. No son de obligado cumplimiento, pero el pacto, como mínimo, puede servir para sacarle los colores al patrón. O al sindicato, según convenga.