Si el pasado viernes fue la T-2 el espacio más conflictivo para los pasajeros por las largas colas que se acumulaban en sus instalaciones, ayer las circunstancias se igualaron bastante con la T-1 del aeropuerto de El Prat en Barcelona. En ambas terminales las esperas no superaban la media hora la mayor parte de la jornada, según Aena. Pero ese intervalo contrasta con la opinión sobre el terreno que tienen muchos pasajeros, quienes algunos aseguran, hastiados, que tuvieron que esperar cinco horas hasta embarcar.

La situación deja dos polos opuestos sobre el terreno: los de los intereses de los empleados ante los derechos de los viajeros. Guerra de trincheras en el flanco político, con acusaciones entre el Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat catalana y el Gobierno central, tratando de endosar la responsabilidad institucional del descontrol laboral.