Hace unos 2.229 millones de años, un gigantesco asteroide se estrelló contra la superficie de nuestro planeta dejando a su paso una huella de unos 70 kilómetros de diámetro. Esta huella en el terreno, conocido ahora como cráter de Yarrabubba (situado en lo que hoy conocemos como Australia), destaca ahora como el único testigo del impacto de asteroide más antiguo del que se tiene registro. Su historia queda ahora reconstruida gracias a un estudio liderado por científicos de la Universidad de Curtin y publicado este mismo martes en la revista 'Nature Communications'.

Un análisis isotópico de los minerales presentes en el terreno ha permitido acotar la edad del cráter con precisión. El impacto del asteroide se produjo hace 2.229 millones de años, coincidiendo con el final de la mayor glaciación global que vivió el planeta. "Ahora sabemos que el cráter Yarrabubba se formó justo al final de lo que comúnmente se conoce como la superglaciación (o Tierra bola de nieve): un momento en el que la atmósfera y los océanos se volvieron más oxigenados y las rocas depositadas en muchos continentes registraron condiciones glaciales", comenta Chris Kirkland, uno de los investigadores responsables de este estudio.

¿FIN DE LOS GLACIARES?

Ahora, la gran pregunta que se plantea es hasta qué punto la colisión de este objeto celeste pudo contribuir al fin de esta glaciación. "La edad del impacto de Yarrabubba coincide con la desaparición de una serie de depósitos glaciares antiguos. Después de esta colisión, de hecho, los depósitos glaciales están ausentes en el registro de rocas durante unos 400 millones de años. Este giro del destino sugiere que el gran impacto del meteorito pudo haber influido en el clima global", añade Nicholas Timms, otro de los autores implicados en este trabajo.

"Los modelos numéricos respaldan aún más la conexión entre los efectos de los grandes impactos en el hielo y el cambio climático global", añade el investigador. Los cálculos, de hecho, indican que una colisión en un continente cubierto de hielo podría liberar medio billón de toneladas de vapor de agua, así como una importante cantidad de gases de efecto invernadero, en la atmósfera. "Este descubrimiento plantea la pregunta de si este impacto puede haber influido lo suficiente como para terminar con las condiciones glaciales", comenta Timms.

"Nuestros hallazgos también resaltan la importancia de conocer con precisión la edad de los cráteres. Este, el de Yarrabubba, ha estado a la vista durante casi dos décadas antes de que se estudiara. Yarrabubba tiene aproximadamente la mitad de la edad del Tierra y plantea la cuestión de si todos los cráteres antiguos se han erosionado o si todavía están allí afuera esperando a ser descubiertos", reflexiona Aaron Cavosie, del equipo responsable del estudio.