Solo con imaginar que alguien podría contactar con ella "desde Nueva York", la pequeña Anny se pone más que nerviosa. "Cualquier persona, desde el otro extremo de América, puede saber de mí, de mi pueblo y de mi colegio", exclama la niña, alumna de una diminuta escuela rural del departamento de Lamarca, en los Andes peruanos. El centro educativo en el que estudia Anny Pitágoras es uno de los 556 que hasta el momento se han beneficiado del programa Luces para Aprender, promovido por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y a través del cual colegios de los lugares más remotos han podido tener acceso a suministro eléctrico y a internet. Anny y su colegio han sido también los protagonistas del cortometraje Bienvenidos, con el que el director español Javier Fesser ha sido premiado en varios festivales internacionales de cine.

Tener hoy conexión a internet es sinónimo, al menos en estas escuelas, de tener acceso a una información hasta ahora inalcanzable, una información clave para la formación de los más jóvenes. "El objetivo es que, a partir de unas placas fotovoltaicas, que son respetuosas con el medio ambiente y sostenibles económicamente para los usuarios, estas escuelas situadas en poblaciones aisladas se puedan electrificar y conectar con el resto del mundo", explica Angélica Páez, del área de gestión de proyectos de la OEI.

El programa prevé también una línea de formación del profesorado, "para que los docentes de esas escuelas estén capacitados no solo a la hora de manejar el ordenador, sino para que puedan obtener todo el rendimiento y puedan hacer propuestas didácticas a partir de él", indica Páez. ¿Y los alumnos? "Solo por el hecho de tener tabletas y ordenadores en el aula están trabajando de forma más motivada... Y las tasas de absentismo escolar, que en esas zonas eran muy preocupantes, se han reducido notablemente", señala.

Con la mejora de la calidad y de la equidad en la educación en estas regiones "se combate también la pobreza y la desigualdad, y eso incluye el analfabetismo, el abandono escolar temprano y el trabajo infantil, entre otros", destaca la técnica del organismo internacional. Al final, de lo que se trata es de "favorecer la inclusión social". Al final, de lo que se trata es de "que sea una experiencia sostenible en el tiempo", añade.

DINAMIZADOR DE LA COMUNIDAD

El propósito que persigue la iniciativa, presupuestada en 9 millones de dólares ( de los que la OEI aporta el 70% y el resto procede de los gobiernos de los países implicados), va más allá de lo educativo. "En muchos de los pueblos en los que hemos actuado, hemos comprobado que la escuela, por el hecho de tener internet, se ha convertido en un centro de dinamización de la vida comunitaria, donde se realizan, por ejemplo, proyecciones de películas para todos los vecinos o se imparten cursos de adultos", agrega la técnica del organismo impulsor del programa. "Hay sitios, donde hemos visto cómo la gente se acerca a la escuela para poder cargar allí las baterías de sus móviles, porque es el único lugar del pueblo donde hay electricidad", cuenta.

"La educación, la ciencia y la cultura son claves para la inclusión social y para superar las carencias en un mundo complejo y en cambio constante", subraya por su parte Paulo Speller, secretario general de la OEI, que esta semana recogerá el prestigioso premio que cada año concede a los proyectos educativos de mayor impacto del planeta la Cumbre Mundial para la Innovación Educativa (WISE, en sus siglas en inglés), que empieza el miércoles en Doha, la capital de Catar.

"Acabamos de finalizar nuestra fase piloto que ha alcanzado a un total de 25.934 estudiantes y 1.197 maestros de escuelas rurales aisladas de Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Panamá", agrega Angélica Páez.

Una de las claves es la amplia posibilidad que tiene el plan de ser "replicado". "Es un modelo que, en cada caso, se adapta a las características, condiciones y requerimientos legales de cada país", precisa Páez. Tal es así que desde hace unos meses el Luces para Aprender ha saltado el Atlántico y está trabajando también en Cabo Verde, donde ya se ha actuado en una decena de escuelas. "Y muy pronto también habrá acciones en otros países africanos de habla portuguesa, en colaboración con la oenegé española Ayuda en Acción", anuncia.