Unos 200.000 migrantes podrán agradecer al coronavirus que se regularice su situación en Italia, la cifra más amplia que se registra en el país desde el 2009. Serán los beneficiarios de la demanda de mano de obra necesaria para reactivar la agricultura y no tener que importar la mayor parte de frutas y verduras de España, Grecia y de Europa del Este. El cierre por la pandemia ha devuelto a sus países a rumanos, búlgaros, polacos y ucranianos que cada año llegan para contratos de temporada.

«Con el cierre de los mercados de barrio, se favorece la gran distribución y la especulación», lamenta Antonio Tesini, de una cooperativa de fresas cercana a Verona, de donde sale el 45% de la producción italiana. Las fresas se están pudriendo en los invernaderos porque no había nadie para recogerlas. Estos inmigrantes deberán ser regularizados, «se quiera o no», dice Tito Boeri, expresidente de la Seguridad Social italiana.

Teresa Bellanova, ministra de Agricultura, ya ha preparado una ley, compartida por todo el Gobierno, para regularizar temporalmente por un año prorrogable a 200.000 migrantes para que puedan trabajar como jornaleros. Son una parte de los cerca de 610.000 inmigrantes sin papeles que hay en el país, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística.

CONTROL / La regularización sale al paso de otro aspecto no menos importante: la imposibilidad de controlar a toda la población durante las etapas de desconfinamiento si unas 610.000 personas siguen incontroladas y amontonadas en verdaderas ciudades de chabolas surgidas en varias zonas del sur.

Un desconfinamiento que parece cada vez más cerca ante las buenas noticias que llegan de los centros hospitalarios.

Por otro lado, la ciudad italiana de la región de Bérgamo (Lombardía), una de la más afectada por el coronavirus, presentaba ayer por primera vez en mes y medio la sala de urgencias de su hospital Papa Giovanni XXIII vacía, una imagen que demuestra cómo el país está conteniendo progresivamente la pandemia. Los pasillos de urgencias están libres, la sala de espera prácticamente sin gente y los ingresos diarios se han reducido hasta lograr casi a una situación de normalidad, pero llegar hasta aquí no ha sido fácil para una ciudad que cuadruplicó en marzo la media de fallecidos en el último decenio. Además, el número de pacientes que diariamente ingresan con coronavirus es cada vez menor.