Japón ha admitido que la factura de Fukushima doblará la prevista y que los contribuyentes lo notarán. Es la última evidencia del camino pedregoso de 40 años hasta el desmantelamiento de la central. Los 11 billones de yenes que Tokyo estimó en el 2013 han crecido ya hasta los 20 billones o 166,5 mil millones de euros, según las últimas cuentas del Ministerio de Comercio. Los gastos por compensaciones a las víctimas pasan de 5,4 billones de yenes a ocho, mientras los de las tareas de descontaminación suben de 2,5 billones de yenes a cinco. También aumenta la partida para el desmantelamiento de la central y solo aguanta la del tratamiento del agua radioactiva, según el diario financiero 'Nikkei'.

El sobrecoste será sufragado encareciendo el servicio de la luz, añade el medio citando varias fuentes internas. Tokyo no ha emitido ningún desmentido. Tepco, la compañía que gestiona Fukushima y la mayor eléctrica del país, está obligada por el Gobierno a asegurar fondos para gestionar la infausta central. Ya meses atrás se rumoreaba que su coste empequeñecería las previsiones anteriores. Un panel de expertos creado recientemente estudia la posibilidad de extender el crédito gubernamental de nueve millones de yenes sin intereses que la eléctrica deberá devolver en 30 años. No está claro que ni la expansión del crédito ni la subida del precio de la luz permita afrontar todos los gastos a Tepco. La compañía fue responsabilizada por el desastre y su respuesta a la crisis fue tan tardía como irresponsable.

ELIMINAR EL COMBUSTIBLE

El desmantelamiento de la central se alargará durante 40 años, según la hoja de ruta de Tokyo. Primero se eliminará el combustible usado de las piscinas de enfriamiento de los reactores; en la siguiente década se retirará el material fundido del interior de los reactores, y en las próximas se limpiará la radiactividad en las cercanías de la planta y de las poblaciones en la zona de exclusión y se tratarán los desechos radiactivos.

Pero el plan ha acumulado contratiempos. Tepco reconoció meses atrás que el publicitado anillo helado o Gran Muralla de Hielo no detiene las filtraciones de agua contaminada. Es un proyecto elefantiásico que consiste en congelar el suelo con varillas y polémico desde su aprobación por su alto coste y dudosa eficacia. El primer ministro, Shinzo Abe, lo anunció en vísperas de la elección olímpica para tranquilizar a la opinión global cuando las filtraciones se sucedían.

Greenpeace denunció en julio que los ríos cercanos a Fukushima registran una radioactividad que multiplica por 200 la anterior al tsunami que barrió la central en marzo del 2011. Las conclusiones del estudio, tan demoledoras como preocupantes, alertaban del duradero legado de la peor crisis nuclear desde Chernóbil y contradecían la presunta seguridad de los terrenos oficialmente ya limpios. Los niveles de cesio-137 en el suelo marino alcanzan los 120 bequerel/kilo cuando en 2011 se situaban en los 0,26 bequerel/kg. Las muestras tomadas a 60 kilómetros al sur de la central y a cuatro kilómetros revelan una contaminación radioactiva similar, lo que habla de su expansión y explicaría los altos niveles de cesio registrados en varias especies marinas.

AGUA CONTAMINADA

Organizaciones ecologistas han criticado tanto el proceso de desmantelamiento como el optimismo oficial. Shaun Burnie, experto de Greenpeace, recordaba meses atrás a este diario que hay cerca de 700.000 toneladas de agua contaminada en los tanques de almacenamiento sin solución a la vista. “Tepco y el Gobierno pretenden soltarla al Océano Pacífico mientras la comunidad pesquera y Greenpeace nos oponemos”, señalaba. “Cada día se bombean 350 toneladas en los reactores 1, 2 y 3 para enfriar elcombustible fundido y ya hay unas 11.000 toneladas de esa agua altamente contaminada dentro de las instalaciones”, sostenía.

Los planes oficiales son “totalmente irreales” en opinión de Greenpeace, ya que la extracción del combustible tardará décadas e incluso la compañía ha admitido que desconoce en qué estado se encuentra ni dónde. “La tecnología para extraerlo aún no existe y el acceso es imposible tanto para hombres como para robots debido a los altos niveles de radioactividad. La crisis nuclear no tiene final”, señalaba.