Llamó por teléfono a la Policía Local a las cinco y diez de la madrugada. Nervioso, explicó que había entrado a toda prisa en la casa de sus padres adoptivos y su abuelo materno, en la localidad tinerfeña de Arona, porque desde la calle escuchó quejarse y gemir al anciano. Ricardo Ortega, de 23 años, aseguró que tras entrar en el domicilio familiar se encontró con un hombre, un supuesto ladrón que, aseguró, había logrado escapar huyendo por la terraza.

A su llegada al lugar de los crímenes, los agentes de la Guardia Civil encontraron primero el cadáver del abuelo, Luciano, un empresario de 90 años, en la cama de su dormitorio, con varias heridas de arma blanca. En la habitación del matrimonio estaban los cadáveres de los padres. La mujer estaba tendida a los pies de la cama y tenía heridas mortales en el cuello, también producidas por un arma blanca. El hombre, Antonio Ortega Rodríguez, estaba muerto, sobre la cama, tras recibir varias cuchilladas. La familia era muy conocida en la isla.

En un primer momento, los investigadores comprobaron que Ricardo, el joven que les había alertado, tenía manchas de sangre en su ropa y algunas heridas producidas por cortes en sus manos y brazos. Los agentes interrogaron al joven Ricardo para tratar de comprobar su versión de lo sucedido en la casa familiar. Luego, ante las numerosas contradicciones que encontraron en su relato, lo detuvieron y confesó.