El joven Matthew (nombre ficticio) tenía 14 años cuando por primera vez acudió al médico quejándose de cansancio. Ya en su día, los médicos apuntaron que se trataba de un paciente particularmente 'quisquilloso' con la alimentación pero, a pesar de ello, con un índice de masa corporal normal y ningún otro indicados de salud desfavorable. En aquel entonces se le diagnosticó anemia y déficit de vitamina B12, por lo que se le recetaron complementos nutricionales y algún que otro consejo dietético. Un año más tarde, el joven había empezado a desarrollar síntomas de sordera (hipoacusia neurosensorial) y los primeros problemas de visión. Con 17 años, los médicos detectaron daños permanentes en la vista que, si no son tratados a tiempo, podrían ser irreversibles.

Fue entonces cuando el joven confesó que desde la escuela primaria comía una porción diaria de patatas fritas, pan blanco, lonchas de jamón y salchichas y, a su vez, evitaba muchos alimentos que le resultaban desagradables por su textura. Estos hábitos alimenticios le habían provocado, además de la ya diagnosticada deficiencia de vitamina B12, "bajos niveles de cobre y selenio, un alto nivel de zinc y un nivel notablemente reducido de vitamina D y densidad mineral ósea". Tras años de malos hábitos, el joven acabó desarrollando una neuropatía óptica nutricional: una disfunción del nervio óptico generalmente causada por una mala absorción de los alimentos o una dieta deficiente combinada con alcohol y tabaco. En esta ocasión, sin embargo, los expertos apuntan directamente a la comida basura como culpable.

El caso de este joven paciente británico, relatado en un recién publicado artículo de la revista 'Annals of Internal Medicine', sorprende incluso a los expertos. Esta patología se diagnostica raramente en países desarrollados en los que teóricamente existen mejores condiciones de vida. Ahora, según argumentan los investigadores del Bristol Eye Hospital (Reino Unido) y autores de este nuevo estudio, este diagnóstico debería considerarse en cualquier paciente con "problemas de visión inexplicables y dieta deficiente". Incluso si su índice de masa corporal, uno de los principales indicadores de salud de una persona en función del porcentaje de grasa, es normal.

TRASTORNO DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA

Hasta ahora, el consumo de la conocida como 'comida basura' se había relacionado con un riesgo para la salud física. Es decir, cuanto más consumo de alimentos ultraprocesados, con altos niveles de grasa, sal y aditivos; más riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, obesidad o diabetes. Pero ahora cada vez son más los estudios que exploran el daño psicológico asociado a unos hábitos alimenticios poco sanos. De hecho, el joven británico que protagoniza el primer caso clínico conocido de ceguera por consumo de comida basura también ha sido diagnosticado con un trastorno de la conducta alimentaria.

"El trastorno de evitación o restricción de ingesta de alimentos es una entidad de diagnóstico relativamente nueva. Esta, a diferencia de la anorexia nerviosa, no se debe a problemas de peso o forma", comenta el equipo de investigadores responsables de este nuevo estudio guiados por Rhys Harrison, también investigador de la fundación afiliada a la National Health Service (NHS). En estos casos, los expertos sitúan el inicio de este problema en la infancia y señalan que los primeros síntomas son la falta de interés en la comida, una mayor sensibilidad a las texturas de los alimentos y un miedo a las consecuencias del comer.