La mayoría no lee los diarios generalistas, no ve televisión y escapa de internet. Tienen familias numerosas, con tantos hijos como envíe Dios, rezan en congregaciones tres veces al día y, en algunos lugares, viven hacinados en barrios regidos por las leyes de la Torá y la palabra de los rabinos. Las comunidades ultraortodoxas judías corren el riesgo de convertirse en caldo de cultivo para la covid-19.

Su aislamiento y la tendencia a ir por su cuenta y anteponer la ley religiosa a la civil ha generado rechazo y recriminaciones en Israel y roces en otros puntos del mundo. En Londres han muerto dos miembros de esta comunidad por coronavirus y en Nueva York se han detectado cientos de contagiados, se ha denunciado su violación de las medidas de aislamiento y ha habido incidentes de antisemitismo.

En Israel, buena parte de estos grupos ha tardado hasta dos semanas en aplicar las directrices del Gobierno, y lo ha hecho después de forcejeos, amenazas y la intervención de la policía. Los colegios y centros de estudios cerraron el 13 de marzo, pero las yeshivás (escuelas talmúdicas) y sinagogas seguían con sus clases, rezos y estudios de la Torá hasta hace solo unos días. El lunes, la Policía hizo redadas en Mea Shearim, el barrio ultraortodoxo de Jerusalén, donde sacaron a fieles de las sinagogas a la fuerza.