Los nueve ciudadanos anónimos en cuyas manos está el futuro de Ana Julia Quezada permanecen reunidos e incomunicados desde el mediodía de ayer en una pequeña sala de la Audiencia de Almería para determinar si la muerte de Gabriel Cruz fue un asesinato o un homicidio, ya fuera imprudente o doloso.

Esta será la cuestión clave que deberán dar o no por probada y sobre la que pivotará su posicionamiento en el resto de preguntas: «Una vez en la finca de Rodalquilar, Ana Julia Quezada, de forma intencionada, súbita y repentina, cogió a Gabriel Cruz y lo lanzó contra el suelo o pared de la habitación, y tras el impacto del niño, procedió la acusada, con sus propias manos, a taparle la boca y la nariz con fuerza, hasta vencer su resistencia y provocar su fallecimiento».

La jueza instruyó ayer al jurado sobre cómo construir un relato de hechos lo más cercano posible a lo que ocurrió aquella tarde del 27 de febrero del 2018.

La construcción de ese relato será la que permita llegar a la conclusión de la culpabilidad o no de la acusada y los hechos que agravaron o atenúan su conducta. Para darle forma, el jurado debe «dejar fuera» cualquier tipo de sentimientos y actuar en conciencia, con sentido común y ateniéndose a «las conclusiones racionales» de las pruebas examinadas en el juicio, que podrán comprobar y revisar cuantas veces quiera el tribunal popular.