Se ha dicho que en el improbable caso de que Franz Kafka y Agatha Christie hubieran tenido hijos el resultado podría haber sido Leo Perutz (Praga, 1882 - Bad Ischl, 1957). A este austriaco, autor de novelas misteriosas y cabalísticas, muy en consonancia con los tiempos expresionistas que le tocó vivir entre las dos guerras mundiales, diversas editoriales españolas han intentado desde los años 80 ponerle en primera línea de la actualidad editorial sin que el esfuerzo haya logrado situarle fuera de un reducido círculo de admiradores, los admiradores de los raros y los especiales. Y sin embargo, Perutz, uno de los autores más populares en la Viena de los años 20, quizá merezca hoy mejor suerte. Más parecida quizá a la que goza Stefan Zweig. Por esa razón, después de que Muchnik, Tusquets, Debate o Destino lo intentaran allá por los años 80 y 90, Asteroide prueba ahora con 'De noche, bajo el puente de piedra'. Es una de sus mejores creaciones y un destilado de historias fantasmagóricas que pueblan una Praga renacentista, crisol de todo tipo de leyendas judías, la más conocida de las cuales es la del rabino Loew, el doctor Frankenstein ‘avant la lettre’ de ese engendro monstruoso que fue el Golem. El sello tiene la intención de publicar en el futuro otros títulos del autor.

INSPIRACIÓN PARA HITCHCOCK

Entre los miembros del selecto club de admiradores de Perutz se sitúan además de Graham Greene o Italo Calvino, que lo estimaron especialmente, un primerizo Alfred Hitchcock quien en la primera de sus películas verdaderamente hitchcokianas, 'El enemigo de las rubias' (1926), se inspiró en una de sus novelas, 'Mientras dan la nueve', en la que un hombre se ve obligado a llevar esposas durante todo un día, y de la que F. W. Murnau quiso hacer una adaptación que no llegó a fraguar. Pero sin duda, el principal responsable de la introducción del autor en el ámbito castellano fue Jorge Luis Borges quien en 1946 incluyó 'El maestro del juicio final' en El séptimo círculo, aunque por su tema más bien fantástico no acabase de cuadrar demasiado en esa canónica colección policiaca.

A Perutz, judío de origen sefardí (es muy probable que su apellido original fuera Pérez), le persiguió siempre la (odiosa y a la baja) comparación con Kafka. De hecho el azar los vinculó, fue matemático de profesión, y llegó a trabajar en Trieste en la misma aseguradora, Generali, donde años antes fue contratado el autor de 'La metamorfosis'. Tras instalarse en Viena, la ciudad que mejor se ajustaba a sus intereses culturales y con la llegada del nazismo, Perutz se vio obligado a emigrar a Israel. Pero como autor genuinamente europeo nunca acabó de encontrarse a gusto en su nuevo país, del que en 1948 criticaba ya el trato a la minoría árabe. En cuando pudo regresó a su ciudad. Se dice que toda su vida llevó un anillo con un lema: “A contracorriente”. Era lo que más le cuadraba.