El Reino Unido es ya el país de Europa donde el coronavirus crece más actualmente. La semana pasada se rozó en dos ocasiones los 900 muertos en un solo día. Ayer la cifra de fallecidos se acercó a casi 600, con un total que sobrepasa ligeramente los 16.000 muertos. El avance de la enfermedad es especialmente grave tras saberse que el primer ministro, Boris Johnson, ignoró la gravedad de la pandemia y la alerta de los científicos, que instaban al Gobierno británico a tomar diversas medidas preventivas. El primer ministro perdió cinco semanas vitales para limitar la expansión del coronavirus en el Reino Unido y equipar a los hospitales y al personal sanitario.

The Sunday Times reveló que el dirigente faltó a cinco reuniones del Comité de Emergencia Nacional Cobra sobre la crisis sanitaria, celebradas entre finales de enero y febrero. En ese periodo, Johnson pasó unas «vacaciones de trabajo» fuera de Londres. Cuando se debía estar adquiriendo un material de protección contra el covid-19, que ahora falta a diario, el Ejecutivo envió 260.000 piezas de este tipo a China, que se batía contra el furor de la epidemia.

Líder «a tiempo parcial»

El diario critica la falta de liderazgo de Johnson en la actual crisis. Después de unas largas vacaciones navideñas en una lujosa isla del Caribe con su novia, Carrie Symonds, el primer ministro se marchó en febrero 12 días al campo con su prometida, cuyo embarazo y compromiso matrimonial eran secretos.

En ese periodo, según el Sunday Times, pidió a sus ayudantes que redujeran al mínimo los dossieres oficiales que le enviaban. Johnson estaba ocupado en asuntos familiares, como informar de las novedades respecto a Carrie. «Las relaciones con sus hijos han sido tensas desde la separación con su exmujer, Marina Wheeler, y después de que el año pasado a ella le diagnosticaran un cáncer, las desavenencias se han agravado», señala el mismo periódico. Desde la oposición acusaron a Johnson de ser un primer ministro «a tiempo parcial».

A finales de febrero, los asesores científicos, a los que hasta entonces nadie parecía escuchar, advertían de que, sin una intervención urgente, 380.000 personas podían perder la vida en el Reino Unido. «No se puede ir a la guerra si tu primer ministro no está ahí», comenta ahora desde el anonimato un asesor de Downing Street, rompiendo la estricta ley del silencio que reina en el equipo gubernamental.

«Johnson no presidió ningún mitin. Le gusta marcharse a pasar días en el campo. No trabaja los fines de semana. Es como trabajar para un jefe al viejo estilo, en un gobierno local de hace veinte años. Teníamos la sensación de que no hizo ninguna planificación urgente para la crisis», añade la fuente.

Michael Gove, el ministro del Gabinete, ha confirmado las ausencias de Johnson y ha salido en su defensa. «Los primeros ministros no acuden regularmente a los gabinetes Cobra y la idea de que [Johnson] se saltó reuniones críticas para nuestra respuesta ante el coronavirus es grotesca», declaró a la BBC. «Todos los Gobiernos cometen fallos, incluido el nuestro», añadió.

El nuevo líder laborista, Keir Starmer, criticó a Johnson por haber «perdido el combate», en esas primeras semanas de la epidemia. Convaleciente aún del coronavirus en la residencia de campo de Chequers, su actuación en esa primera etapa es aún más cuestionable visto lo ocurrido después y el incremento en el número de víctimas. Desde el Ejecutivo señalan que el primer ministro «se está recuperando bien y está de buen humor», ha explicado Gove, en declaraciones a la cadena de noticias británica Sky News. Johnson tiene «la situación bajo control» y conoce bien la situación del Gobierno.

Un control que no refleja la realidad. Máxime porque las cifras de fallecidos en el Reino Unido no cuentan los óbitos en los geriátricos. De acuerdo con The National Care Forum (NCF), que reúne a más de cien organizaciones del sector, son más de 4.000 los ancianos e impedidos que han muerto contagiados del nuevo coronavirus. A finales de marzo el director de la sanidad pública (NHS) en Inglaterra, Stephen Powis, declaró que se habrían hecho las cosas bien si el país «lograba mantener por debajo de 20.000 la cifra de muertes». Esa triste suma ya parece haberse alcanzado y la epidemia continúa lejos de estar controlada.