"Era muy complicado, cómo le íbamos a decir a la gente que esas que veían no éramos nosotros, por eso nos dejamos llevar, que era más sencillo”. Ese 'dejarse llevar' que narran los gemelos Mateo y Lucas Ocón era seguir su vida como Lucía y Natalia, según el cuerpo que les tocó al nacer. Pero ya de pequeños tenían claro que no, que la imagen que les devolvía el espejo no era la correcta por mucho empeño que pusieran en calzarse tacones. Por eso, en el 2013 dijeron adiós a su melena rizada y empezaron el tránsito de una forma sencilla y natural. Hoy, convertidos en los Twin Brothers, cuentan en youtube cómo fue su proceso para normalizarlo y ayudar a otros chicos y chicas transexuales.

Sorprende la calma que desprenden al hablar desde su casa de Torre del Mar (Málaga), y la normalidad con que cuentan las trabas que encontraron en el camino hasta que, en noviembre del 2015, obtuvieron su carné de identidad ya con nombre de chicos. Ese día sintieron que por fin, ante la ley, eran los hombres que llevaban años sintiendo ser. Todo el rato hablan de su fortuna. No solo por el apoyo familiar, sino también por atravesar un proceso complejo de la mano de otra persona que sentía exactamente lo mismo al mismo tiempo. “Nunca lo hablamos, pero desde el primer momento sabíamos que éramos iguales, y lo dábamos por hecho”. “Nos quitábamos mutuamente los lazos”, rememoran entre risas.

"Me miraba en el espejo y no me veía"

El suyo es un caso único en España, al menos el primero hecho público. Con tres años ya planteaban que eran niños, “y tuvimos suerte, porque nuestros padres nos dejaron expresarnos como éramos”. No entendían muy bien por qué otros no les trataban igual que al resto de chicos, y soñaban con encontrar “la pócima” que de mayores les permitiera ser, simplemente, lo que eran. En el patio del colegio preferían jugar al balón, y aprendieron a controlar su cuerpo para no tener que pasar la incomodidad de acudir al baño escolar de las chicas. Peor fue en la adolescencia, cuando trataron de disimular las formas que les empezaban a aparecer: ropas anchas, andar encorvado…

“No podíamos negar lo que la gente veía, y como para los demás éramos chicas masculinas, éramos lesbianas”, cuenta Mateo, por lo que buscaron parejas femeninas. No tenían muy claro qué les pasaba, y decidieron “hacer lo más sencillo o lo que parecía más lógico”, no rebelarse y “sobrevivir” en ese mundo, convencidos de que el desasosiego se iría de sus cabezas. Se dejaron pelo largo, se maquillaron, usaron tacones. Lucas incluso llegó a encadenar varios trabajos como azafata. Eran aceptados, pero su mente no cesaba de bullir.

“Mi madre decía que no nos reconocía”, explica Mateo, “me miraba en el espejo, y no me veía”. 2013 marcó el punto de inflexión. Estaban irascibles, malhumorados. Y sin necesidad de muchas palabras, ambos hermanos lo hablaron. Tenían 24 años, y decidieron que había llegado el momento de buscar una solución.

Encontrar "la pócima"

El médico de familia fue quien les dijo la palabra mágica: transexualidad. “Fue un alivio: necesitaba que alguien con bata nos dijera qué nos pasaba”. De ahí fueron derivados a la Unidad de Trastornos de Identidad de Género en el Hospital de Málaga, donde recuerdan la sensación de tener que estar permanentemente demostrando lo que eran y la perplejidad de que les cuestionaran porque entendían que un hermano influía al otro. “Es injusto que para ser lo que somos dependamos del informe psicológico de alguien que no nos conoce, como si tuviéramos que convencerles de algo”, reprocha. Ahorrando para sortear los lentos tiempos de la sanidad pública, en apenas dos meses de consultas psicológicas privadas lograron el necesario informe -la ley andaluza del 2014 ya no lo requiere— para iniciar el tratamiento hormonal. También por lo privado se realizaron una mastectomía, y ahora están en lista de espera para extirparse el útero.

Al iniciar el tratamiento hormonal fue cuando se lo contaron a sus padres, y con ellos compartieron la alegría de los primeros cambios físicos, como la barba. “Mi madre tal vez hubiera querido que fuéramos de otra forma, porque es más sencillo ser como la mayoría”, pero creen que siempre lo supo. “Y ahora nos ve felices”. Conscientes de lo que les aguardaba, decidieron grabar un vídeo en su último día como chicas, para normalizar su historia y compartir su experiencia, orientando a quien esté pasando por lo que ellos vivieron y superaron juntos. Muchos padres les han felicitado por ayudarles a explicar lo que supone asimilar lo que significa ser una persona transexual. Diplomados en Relaciones Laborales, ambos se enfrentan ahora al mayor de los retos, abrirse un futuro en el mercado laboral y encontrar familia. El otro, el de encontrar la pócima, ya lo superaron.