Los antiguos egipcios aprovecharon el equinoccio de otoño para conseguir que las pirámides de Guiza, un monumento funerario construido en la memoria del faraón Keops (o Khufu), fueran construidas con una alineación casi perfecta y sus caras mirando a los puntos cardinales.

En astronomía, los días en los que hay equinoccios --dos veces al año--, el Sol se sitúa en el plano del ecuador celeste. Alcanza el punto más alto en el cielo y su intersección con el plano del ecuador es perfecta. Los egipcios pudieron determinar con precisión esa posición solar con un instrumento de la época, el gnomon, una vara que mide el recorrido de su sombra tras clavarla en el suelo, semejante a un reloj solar.

Según una investigación del arqueólogo Glen Dash publicada en The Journal of Ancient Egyptian Architecture, los egipcios solo tuvieron que ir marcando los diferentes puntos que iba recorriendo la sombra del gnomon a medida que transcurría el equinoccio de otoño para acabar trazando un arco perfecto. Después, unieron dos de esos puntos y trazaron una línea recta. Sobre ella, construyeron las pirámides.

Resulta que las cuatro caras de las cinco pirámides dan al norte, al sur, al este y al oeste con una desviación 0,66 grados en contra de las agujas del reloj. Es la misma desviación que se consigue si se aprovecha el equinoccio de otoño. Dash resalta la gran precisión de la alineación.