Primero fueron los perfumes. Después, las gafas. Y ahora, los niños y las niñas. También los bebés. Las marcas de lujo han encontrado en los menores un filón comercial. Un recién nacido puede llevar un babero de 100 euros (Dior). Un bebé de 24 meses, unos vaqueros de 275 (Dolce&Gabbana). Y un niño de 4 años, una cazadora de 265 (Versace). Marc Jacobs, Givenchy, Balenciaga, Galliano, Gucci y Stella McCartney, entre otras firmas, han lanzado colecciones infantiles, que son prácticamente idénticas a las de adultos. No hay marca exclusiva que no haya sucumbido ante los clientes menudos, que serán los clientes del futuro. Ellos, evidentemente, ahora no compran. Lo hacen sus padres y madres. ¿Es una buena idea? ¿Es una compra inocente que responde a un simple capricho porque te lo puedes permitir? ¿Eres un mal padre o una mala madre porque estás criando un ser elitista? El debate está abierto.

«Si hay padres que pueden y quieren gastarse mucho dinero en la ropa de sus hijos, que lo hagan. El problema es el mensaje que se da a los niños», afirma Armando Bastida, enfermero de pediatría.