La sociedad avanza mucho más rápido que los políticos y Ángel Hernández lo ha puesto de nuevo de manifiesto. Este jubilado madrileño estaba harto de ver sufrir a María José Carrasco, su compañera durante 25 años, y el miércoles decidió ayudarla a cumplir su mayor deseo: morir. Otras personas que han ayudado a enfermos postrados a poner fin a su vida se han ocultado por miedo a ser procesadas, pero Ángel lo hizo a cara descubierta: en un vídeo se ve cómo suministra la sustancia letal a María José y además explica que su esposa se lo ha pedido «muchas veces» pero él «confiaba en que se aprobara la eutanasia pero, visto lo visto…».

Visto lo visto es que el adelanto electoral ha provocado que la norma para regular la eutanasia en España, impulsada por el PSOE, quede varada, pese a que había sido admitida a trámite. Las desavenencias políticas han provocado que ni siquiera se haya constituido la ponencia destinada a debatir las enmiendas.

EL CONSENTIMIENTO // No se sabe si María José sufrió al morir. No se ve en el vídeo, adelantado por Cuatro y Telecinco. Lo que sí se aprecia es que ella da su consentimiento aunque pese a ello, Ángel fue detenido y ayer pasó a disposición judicial. El Código Penal castiga con entre dos y 10 años de prisión a quien «coopere con los actos necesarios al suicidio de una persona», pero rebaja uno o dos grados la pena inferior si hay petición expresa de la víctima y esta padece una enfermedad grave. En el caso de suicidio asistido más conocido, el del gallego Ramón Sampedro, ni su compañera, Ramona Maneiro ni las otras 11 personas que le ayudaron a morir en 1998 fueron encausados. Pero no es el caso de Ángel, que ha confesado los hechos, ni el de Ignacio Sánchez Olsaso, condenado a dos años por ayudar a su madre a suicidarse.

El vídeo que podría ser clave en la investigación judicial está grabado en dos días sucesivos. El martes 2 abril, en el salón del domicilio de ambos, se ve a Ángel preguntarle a María José si sigue «con la idea de suicidarse». Ella, con la mirada perdida, contesta que «sí». «Sabes que te tengo que ayudar yo», le pregunta de nuevo. «Sí», contesta ella. «Cuanto antes mejor», añade. Al día siguiente, ya ante la cama de ella, Ángel cuenta que le va a «prestar sus manos» para ayudarla a morir. Primero le da agua, para ver si traga bien. Después le pregunta de nuevo que si está «decidida». «Sí», contesta ella. Entonces le da a beber una sustancia, mediante un vaso con una pajita, y la coge la mano «para notar la ausencia definitiva de sufrimiento».

HACE 28 AÑOS // A María José le diagnosticaron la enfermedad en 1989, cuando tenía 32 años. En estos momentos, padecía una discapacidad del 82%, con incontinencia vesical y, en ocasiones rectal, que hacía que precisara de terceras personas para asearse o alimentarse a diario.

En los últimos meses y ante el agravamiento de la enfermedad, solo el temor de ella a que su marido fuera detenido había frenado el suicidio asistido. Pero Ángel ya venía avisando: si ella se lo pedía, daría el paso. Y así lo ha hecho, a la vista de todo el mundo. Fue él quien avisó a los servicios sanitarios, a los que contó sin esconderse que le había suministrado a su pareja una sustancia para provocar su muerte. Ahora falta por saber qué decide el juez.