Hizo falta casi un siglo y medio, pero una de las intuiciones de Mary Shelly se hizo realidad. La idea de que un órgano de una persona funcione en el cuerpo de otra salió de la ciencia ficción en 1950, con el primer trasplante de riñón. Con ocasión del bicentenario de la publicación de Frankenstein, cinco científicos hacen balance sobre las promesas de creación y regeneración de la vida surgidas en la ficción y desarrolladas por la ciencia.

«La idea de coger trozos de órganos y juntarlos para crear un ser vivo no se ha hecho realidad, pero sí se han desarrollado los trasplantes. Sin embargo, la donación de los órganos es una opción solo cuando no hay más remedio», afirma Josep Samitier, director del Institut de Bioenginyeria de Catalunya. Por una parte, ciertos tejidos no se pueden trasplantar. Por la otra, se estima que la demanda de órganos es diez veces superior a la oferta, que se reduce a medida que disminuyen los accidentes de tránsito y aumenta la capacidad de mantener en vida a pacientes.

«Podemos mejorar las donaciones, pero nunca tendremos 10 veces más órganos», opina Marc Güell, investigador en biología sintética. Güell trabaja para conseguir los xenotrasplantes: trasplantes en humanos de órganos de animales. «Antes de cinco años pondremos un riñón de cerdo en un humano. Hay monos que llevan años viviendo con riñones de cerdos. Incluso se han curado monos diabéticos con trasplantes de islotes pancreáticos de cerdos», afirma el científico.

TEJIDOS DAÑADOS // A la espera de los trasplantes de animales y a falta de órganos de humanos, la frontera es regenerar los tejidos dañados. Por ejemplo, a partir de un trozo de piel se puede generar piel artificial que ya se aplica a los grandes quemados. «Podemos coger un corazón donado que no se pueda trasplantar -porque han pasado demasiadas horas--, pasarlo por soluciones durante siete días, hasta convertirlo en una carcasa de proteínas sin células, y repoblarlo con células del paciente», explica la investigadora Núria Montserrat.

Una opción que Mary Shelley no pudo imaginar fue la posibilidad de «crear un Frankenstein virtual», tal y como afirma Patricia Garcia-Cañadillo, investigadora en informática aplicada a la biología La idea es crear en un ordenador la réplica de un órgano o incluso de un cuerpo entero. Este clon virtual del paciente se podría emplear para ensayar una cirugía, probar un fármaco o anticipar el desarrollo de una enfermedad. Garcia-Cañadillo ha construido un modelo del corazón de los fetos con problemas de crecimiento. La simulación permitía estimar parámetros que los médicos no podían medir, porque el bebé estaba en la barriga, e incluso predecir cuáles de ellos tendrían dificultades al nacer. Sin embargo, hay aspectos que aún no se pueden modelizar. Por ejemplo, en el caso del corazón no se puede medir la orientación de las fibras, que es importante en ciertas enfermedades.

«Shelley se planteó cómo se puede sintetizar un ser humano. Las preguntas son dos. ¿Es eso posible? Diría que sí. ¿Es su método realista? Diría que no», afirma Paul Verschure, investigador en neurociencia y tecnología. «El problema es que el objetivo no está bien definido: tendríamos que definir qué es un ser humano», observa Verschure. «Por ejemplo, hay mucho esfuerzo para hacer máquinas capaces de jugar a juegos de tablero. Pero ¿es la esencia de un ser humano jugar a juegos de tablero?», pregunta. «Aunque los progresos de la inteligencia artificial están sobrevalorados, es factible que alcance una capacidad de nivel humano. Nos estamos acercando», concluye.