Mientras miles de quejas, reclamaciones, peticiones y denuncias relacionadas con la gestión pública de la pandemia del covid-19 transitan lentamente por los órganos competentes, un malestar invisible se ha instalado en la sociedad. Este malestar se manifiesta en forma de un alto nivel de conflictividad y de angustia en todas las esferas de la vida cotidiana y especialmente en la relación con los demás.

En un artículo titulado El malestar que el covid-19 trajo a la cultura, Javier Wilhelm, mediador profesional y psicólogo, resume este desasosiego en una frase: «Uno no sabe, a veces, dónde está ni para qué». Ante la actual acumulación de conflictos emocionales, políticos, entre ciudadanos y con la administración, los expertos sugieren buscar respuestas más allá de los tribunales. Concretamente, apuntan a la utilidad de aplicar los principios de justicia restaurativa en la resolución de conflictos, tanto personales como colectivos, derivados o acentuados por la pandemia.

REPARACIÓN / «Como sociedad no hemos sido muy creativos en la manera que tenemos de responder cuando sufrimos un daño o tenemos un conflicto», afirma Aida C. Rodríguez, responsable de proyectos de la Càtedra de Justícia Social i Restaurativa de la Facultat Pere Tarrés. «Lo primero que buscamos es una respuesta jurídica, pero la experiencia nos dice que la justicia no satisface plenamente a las víctimas porque el daño tiene una dimensión humana profunda y necesita una reparación humana», comenta.

A diferencia de la vía judicial, la práctica restaurativa es voluntaria y atiende a las necesidades, sobre todo emocionales, de las personas. El protagonismo es de las víctimas, que tienen un papel activo durante todo el proceso y deben poder expresarse en espacios seguros. Una de las principales herramientas del enfoque restaurativo es el diálogo a través de mediadores profesionales.

CÍRCULOS DE DIÁLOGO / Rodríguez expresa sus reservas sobre la utilidad del enfoque restaurativo en los casos relacionados con el coronavirus que puedan ir por la vía penal y en la misma línea se manifiesta Javier Wilhelm: «En los conflictos donde se pueda demostrar que se ha vulnerado intencionadamente la salud de la gente no se puede mediar». «Yo no sentaría a un político en una misma mesa con una persona que ha perdido a su padre. Ahí debe actuar la justicia para determinar responsabilidades», indica. En todo caso, iniciar un proceso de mediación no implica renunciar a ningún derecho.