Perdidos entre el baile de cifras de pateras e inmigrantes llegados a territorio español en el último año, los niños apenas tienen protagonismo, pese a que suponen 2.200 de los más de 27.000 migrantes llegados a territorio español en el 2017. La inmensa mayoría son los llamados menores extranjeros no acompañados (MENA), que viven bajo la tutela de la administración hasta que cumplen la mayoría de edad. Pero en Melilla, la primera ciudad de acogida para muchos de ellos, a su incierto futuro suman además la preocupación por el trato recibido en los centros de acogida, cuestionado por oenegés e incluso por el Defensor del Pueblo. Por eso los niños prefieren malvivir en la calle a la espera del golpe de suerte que les saque de allí.

«Esto no es un hotel». Este es el primer mensaje que reciben los menores, procedentes en gran parte de Marruecos, pero también de Argelia, Siria o de Guinea-Conakry, cuando llegan a La Purísima, el centro de acogida de referencia para los MENA. Situado en un antiguo cuartel en desuso, tiene capacidad para 180 personas. Pero raro es el momento en que no duplica o triplica su capacidad. Los menores certifican que la estancia allí es de todo menos agradable. José Palazón, de Prodein, una de asociaciones que más trabaja con los menores, describe un paisaje aterrador: literas pegadas unas a otras, colchones hacinados en los pasillos, pozos ciegos saturados…