Con ilusión, pero visiblemente abrumada, ha vivido este lunes la mexicana Rubí Ibarra su multitudinaria fiesta de quinceañera, un evento que se ha celebrado en La Joya, una diminuta comunidad de México a la que han acudido miles de personas, la mayoría sin relación con la joven, invitadas por error a través de las redes sociales. La nota trágica de la fiesta ha sido la muerte de un hombre en una carrera de caballos que formaba parte de la programación de la fiesta.

"En el juego de la chiva (competición ecuestre para aficionados), hubo un accidente y una persona perdió la vida, por no atender las indicaciones e ir bebido", ha explicado el tío de la joven, Pedro Ibarra, a los medios de comunicación. Según la Fiscalía del estado mexicano de San Luis Potosí, un hombre de 66 años murió y otro de 34 años resultó con una pierna fracturada, al saltar el cerco de seguridad y entrar en el improvisado hipódromo, en la localidad de Miguel Hidalgo, conocida como Laguna Seca y situada en el municipio de Charcas.

No obstante, la fiesta de quinceañera de Rubí siguió su curso y con una gran parte de los miles de asistentes al evento completamente ajenos al suceso. Desde primera hora de la mañana, más de mil personas procedentes de los lugares más diversos, incluidos mexicanos residentes en Estados Unidos, hicieron escala en La Joya para asistir a la misa y comida ofrecidas por los padres.

INVITADOS POR ERROR

Por la tarde varios miles de personas dieron fe de la magnitud del fenómeno Rubí, que se hizo viral hace apenas un mes por un vídeocolgado por error en redes sociales en el que su padre invitaba "cordialmente" a asistir a la fiesta a todo el que quisiera y que logró 1,3 millones de confirmaciones.

"Agradecer a todos los que están ahí presentes por acompañarme", dijo la adolescente desde uno de los dos escenarios montados para la ocasión, tras recibir un coche de regalo del polémico alcalde de San Blas, Hilario Ramírez, que se hizo conocido por regalar billetes y alardear de que había robado, "pero poquito", y por levantar las faldas a una joven en público.

"Estoy muy contento y muy alegre, acompañando la familia. Vamos dispuestos a echarle ganas, y a bailarlo", explicaba Miguel Ángel Quirós, oriundo de esta remota zona, vestido para la ocasión como la mayoría de hombres de la fiesta: botas, tejanos, cinturón y, sobre todo y antes que nada, sombrero vaquero.

Jacqueline González, estudiante de ingeniería agrónoma de San Luis Potosí, llegó a la fiesta con una decena de amigos y una nevera portátil llena de alcohol. "Estamos acostumbradas a estas fiestas, somos de rancho. Hoy vamos a pasarla bien con Rubí y bailar", afirmaban.

En la fiesta corrieron ríos de cerveza y las paradas de comida instaladas en un descampado gigante de la hacienda Laguna hicieron su agosto, mientras la música, con varias bandas participantes, sonó a millones de decibelios. Este hecho, sumado a la expectación que suscitaba Rubí en cada uno de sus gestos, convirtió el evento en algo que muchos recordaran por mucho tiempo en la región.

MOMENTOS DE TENSIÓN

¿Y la homenajeada? Rubí se veía a ratos cómoda, a ratos sobrepasada y, sobre todo al principio, directamente asustada. A su llegada al espacio donde se celebró la misa fue prácticamente arrollada por los medios. Flanqueada por sus padres, apenas pudo llegar al altar. "Respeten, por favor. No sean groseros, medios (de comunicación), mi sobrina esta nerviosa", decía su tío.

El padre, Crescencio Ibarra, en otro momento un tanto tenso, reclamó a los periodistas: "¡Ya quédense con la fiesta!". La madre, Ana Elda García, llegó a soltar que "entiende más un animal que personas de la prensa". Por la tarde, cuando Rubí reapareció, lo hizo menos tímida y algo más tranquila. Aun así, no pudo evitar que alguna fan se saltara las medidas de seguridad y se hiciera una foto con ella, ante la desaprobación de los familiares.

Como toda quinceañera, Rubí disfrutó del llamado Vals de las 15 rosas y también se despidió de su ultimo juguete, una muñeca, mientras danzaba con su progenitor para escenificar la transición de niña a mujer.

Además de la suspensión de la carrera de caballos, la propia Rubí tuvo que hacer algunos cambios. No bailó en una especie de carpa montada para la ocasión a pie de campo, sino que lo hizo encima de un escenario reservado para los familiares. Interpretó junto a sus chambelanes varias coreografías y en el brindis despertó alguna risa cuando, al tomar un sorbo de su copa, hizo una mueca por el contacto del alcohol con la lengua. Al fin y al cabo, y a pesar de tantos focos, Rubí es una niña. Eso sí, una niña convertida para muchos en un icono de las quinceañeras y del mundo rural mexicano, y para otros en una distracción de los verdaderos males del país. Pero sobre todo, un ejemplo viviente de la capacidad de las redes sociales de desdibujar la línea que divide la esfera publica de la privada.