Estaba sentado sobre su toalla, con las piernas ligeramente arqueadas. Entre el pliegue inferior de las rodillas y la arena, dejaba el espacio justo para que asomara el objetivo de una videocámara. Este bañista, el domingo 7 de agosto, estaba grabando a dos turistas que tomaban el sol en toples en la playa del Bogatell de Barcelona y fue sorprendido por una tercera mujer que se percató de ello.

-"Disculpe, ¿qué está grabando?"

El mirón, desenmascarado, recogió sus cosas apresuradamente y se marchó con la cabeza gacha sin dar explicaciones. Pero la mujer había hecho algo más que descubrirlo: le había pagado con la misma moneda tomando ella con su teléfono móvil una fotografía de él en la que se apreciaba nítidamente que bajo sus piernas sobresalía el objetivo de una cámara. Se la mostró a una patrulla de la Guardia Urbana de Barcelona (GUB). Les detalló que el sujeto estaba filmando a dos turistas en toples o, quizás, añadió, a dos niños que jugaban junto a ellas. Los agentes la escucharon, observaron la fotografía, le pidieron una descripción más detallada del hombre y le terminaron explicando que no podían hacer gran cosa.

Esa misma semana, otra patrulla de la Unidad de Playas de la policía de Barcelona descubrió a un ciudadano belga que grababa a los bañistas a través de un agujero que tenía la tapa del libro que simulaba estar leyendo. Colocaba la cámara del móvil justo en ese orificio y filmaba lo que había venido a buscar: cuerpos desnudos.

AMPARADOS POR LA LEY

Son solo dos ejemplos de algo que la Unidad de Playas constata verano tras verano. Ni mucho menos supone un problema tan habitual como lo son el ‘top manta’, los mojiteros, las masajistas o los hurtadores. Pero los 'voyeurs' también preocupan. El principal problema que suscitan estos es que resulta casi imposible combatirlos.

¿El tipo que escondía la videocámara bajo sus piernas o el belga que enfocaba a través de un libro agujereado, estaban haciendo algodelictivo? De entrada, por extraño que parezca, la respuesta es no. La playa es un espacio público y, si una mujer (o un hombre) decide desnudarse, se expone a ser fotografiada sin su consentimiento. Tal como aclaran fuentes jurídicas, el Código Penal castiga con penas de uno a cuatro años de cárcel la “vulneración de la intimidad” que supone “grabar la imagen” de una personan sin su consentimiento. Si el 'voyeur' introduce la cámara dentro de un domicilio o de un urinario público, entonces comete un delito, como ya han demostrado sentencias recientes. Sin embargo, si la captación es en la playa, se considera que la víctima no ve vulnerada su intimidad puesto que se ha destapado voluntariamente ante la mirada de terceros.

Si el objetivo de la cámara del 'voyeur' del Bogatell -tal como había deslizado la mujer que lo sorprendió- eran los dos niños que jugaban junto a las turistas en toples, la situación podría haber cambiado. El Código Penal tipifica como un delito de corrupción de menores el hecho de “captar” imágenes de niños que puedan ser consideradas “pornografía infantil”. Pero para ello, remarcan los Mossos d’Esquadra, estas deben mostrar a los menores en “actitud libidinosa”, mostrar notoriamente los genitales o estar mezcladas con otras en un contexto claramente pornográfico. Si no, tampoco supondría ningún delito retratar a menores desnudos en la playa.

En el caso de que el mirón publicara el material 'cazado' en portales pornográficos, o lo compartiera en un contexto que pudiera menoscabar su derecho a la imagen, entonces sí estaría cometiendo un delito. Aunque solo podría ser procesado si la víctima presentara una denuncia contra él. Algo ciertamente complicado puesto que lo más normal es que ella nunca llegara a averiguarlo. Con los menores -o los discapacitados- la Fiscalía sí puede actuar de oficio y procesar al pedófilo sin necesidad de que la familia haya presentado una demanda.

ACTUACIONES ARRIESGADAS

Agentes de la Unidad de Playa han explicado a este diario que la presencia de mirones en Barcelona es "habitual" aunque ni mucho menos "alarmante". En realidad, nadie sabe a ciencia cierta cuántos son porque no se enumeran todas las veces en las que son sorprendidos. Además estas actuaciones policiales, dada la complejidad legal, son arriesgadas.

Si los agentes requeridos por la mujer que cazó al 'voyeur' en el Bogatell, por ejemplo, hubieran podido localizar al sospechoso, lo habrían identificado y poco más. Así terminan habitualmente las actuaciones. Para obligarle a mostrar el contenido de su grabación -si este se hubiera negado a mostrarlo voluntariamente-, habrían necesitado “justificarlo” detalladamente en el atestado. “Con la declaración de testigos que lo acusaran, por ejemplo”, explica una fuente de la Guardia Urbana. Es incluso más difícil cuando el dispositivo es el teléfono móvil del sospechoso. Por paradójico que resulte, el 'voyeur' podría terminar denunciando a los agentes por un delito de vulneración de su intimidad.

El año pasado, subrayan fuentes policiales, un hombre equipado con una cámara réflex se paseaba “día sí y día también” fotografiando sin ningún rubor a las bañistas que quería. Si los agentes lo detenían, el mirón les plantaba cara: "Sabéis que no podéis hacer nada". Era un 'voyeur' que conocía sus derechos.