La Universidad de Barcelona ha acogido esta semana el congreso anual de la European Association of Archaeologists (EAA), la Asociación Europea de Arqueólogos. Una serie de conferencias especializadas dirigidas a técnicos del mundillo. Hasta ahí, todo normal. Nada parecía presagiar que, más allá de las pertinentes ponencias y mesas redondas, un informe presentado el viernes abriría la caja de Pandora y pondría en el disparadero a este gremio. No por algún hallazgo pintoresco o relevante, sino por la opresión que padecen las miembros de este histórico sector. Según esta investigación, la mitad de las arqueólogas ha sufrido abusos durante las excavaciones.

El estudio, elaborado a partir de 328 testimonios voluntarios on line durante los últimos meses, está impulsado por la Sección de Arqueología del Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía, Letras y en Ciencias de Madrid, y ha contado con la colaboración de colectivos como Arqueólogas Feministas y Centro Revolucionario de Arqueología Social.

«PUESTO DE PODER» // «Nada nuevo bajo el sol, el género masculino acosa en casi un 90% de los casos y los individuos que acosan son, en su mayoría, personas que ocupaban un puesto de poder por encima del acosado (70%)», explicó una de las autoras del informe, Ana Pastor. Según explicó la ponente, se trata de hombres con una formación académica de alto nivel: licenciados, doctores, personas que no solo dejan su impronta en lecciones en aulas, sino que escriben libros, artículos, salen en los medios de comunicación en alguna ocasión.

La mayor parte de los casos tienen lugar en las universidades que ofrecen grados de arqueología (Complutense de Madrid, Barcelona y Granada), puesto que concentran buena parte de las excavaciones programadas.

La arqueología de gestión también registra casos de acoso, pero en menor medida, alrededor del 75% tienen lugar en el ámbito público. La gran mayoría de universidades tienen protocolos de acoso, pero se desconocen o no están adaptados al contexto arqueológico en todas sus dimensiones (trabajo de campo).

La investigación surge de la preocupación manifestada por un grupo de arqueólogas que empezaron a compartir experiencias en torno al acoso, maltrato y las relaciones de poder vividas en el ámbito de las excavaciones. «Todas nosotras formábamos parte de un sector muy determinado de la sociedad: mujeres, mayoritariamente de clase media y con estudios en el campo de la prehistoria y arqueología, ninguna llegábamos a superar los 35 años», cuentan las mujeres afectadas cuyo testimonio recoge el informe.

MIEDO A LAS REPRESALIAS // Y añaden: «Compartíamos también la impotencia común hacia a quién dirigirnos y explicarle nuestras historias; se juntaban la falta de información con la vergüenza o el miedo a las represalias».