El Mmr Menor afronta el verano en malas condiciones para los bañistas debido a la nefasta situación de sus playas. Casi 100 operarios han retirado 500 toneladas de algas y materia orgánica en descomposición en los últimos días. Pero la espuma que llega a la orilla sigue siendo marrón en lugar de blanca y arrastra montones de baba verde nauseabunda y fango. Por cuarto verano consecutivo las playas de los municipios murcianos del mar Menor se quedan sin las banderas azules que certifican los litorales en buen estado ambiental.

Para el catedrático de Ecología y portavoz del Comité Científico del mar Menor, Ángel Pérez Ruzafa, la laguna sigue bajo una presión extrema por la entrada continua de aguas dulces o de salobres con altas concentraciones de nutrientes. «Esto hace que el peligro de sufrir una crisis distrófica (exceso de nutrientes de procedencia humana que generan muchas algas) sea muy altos con la llegada de las temperaturas propias del verano», detalla.

En los últimos días, el nivel freático rebosa y ello duplica las entradas de agua y nutrientes en comparación con el 2016, cuando se rompió el ecosistema y se produjo la famosa sopa verde. La entrada continua de agua ha bajado la salinidad y, en estas condiciones, el riesgo de que falte oxígeno en el fondo es elevado, especialmente en condiciones de calma.

sin baño // Las playas de Los Urrutias están cerradas al baño desde hace días por la Dirección General de Salud Pública al sobrepasar los límites de cieno en descomposición y la presencia de algas en putrefacción en arena y agua. Esta es una de las zonas más afectada por la desembocadura de la rambla de El Albujón y distintas plataformas en defensa del mar Menor llevan años denunciando su deterioro. «La desidia política y la mala gestión en el sector de la agricultura, que permite el vertido de todo tipo de contaminantes, han destruido un ecosistema único», afirma Ana Pineda, representante de la Plataforma de Los Urrutias. «Hemos pasado de ser un pueblo familiar que tenía de todo a ser una localidad de viviendas infravaloradas que tiende a la despoblación», indica.

Carolina Riviere, integrante de Por un Mar Vivo, denuncia que «este tesoro natural está muerto debido a los 25 años de especulación inmobiliaria que han originado las riadas y a las explotaciones agrícolas sin control que vierten los nitratos», destaca.