Una de las primeras imágenes que quienes llegan a Mocoa ven de la tragedia que vive esta ciudad del sur de Colombia es la de una multitud que espera pacientemente, a las puertas de un cementerio, toda la información sobre familiares y amigos fallecidos en la avalancha que dejó más de 230 muertos el viernes. Mientras, los equipos de rescate trabajaban ayer a contrarreloj para tratar de localizar a personas con vida bajo los escombros. El cementerio antiguo, como lo llaman, es paso obligado de quienes llegan a la capital del departamento del Putumayo, con 45.000 habitantes, por la carretera que une la ciudad con la vecina localidad de Villagarzón, donde está el aeropuerto que la comunica por vía aérea con Bogotá.

BALANCE OFICIAL // Como la morgue de Mocoa está saturada de cadáveres, las autoridades trasladaron a muchos de los fallecidos, envueltos en bolsas de plástico blancas, hasta el viejo camposanto donde esperan identificarlos y entregarlos a sus familiares. Según datos de la Unidad Nacional de Riesgo de Desastres (UNGRD), de los 200 fallecidos ya confirmados oficialmente por la avalancha del río Mocoa y sus afluentes Sangoyaco y Mulatos, 54 habían sido identificados plenamente, al cierre de esta edición.

Alrededor de un centenar de personas esperaban ayer a las puertas del camposanto en la más absoluta tranquilidad, como si estuvieran acostumbrados a la tragedia, para saber si a quienes buscan están entre los muertos o entre los desaparecidos, cuyo número no se ha establecido. La Policía controlaba la entrada y no permitía que la prensa se acercase demasiado por motivos de seguridad y de higiene, pues el olor fétido de la muerte se sentía por momentos en medio del calor de la mañana, según la dirección de la que soplaba el viento.

MAGNITUD DE LA TRAGEDIA // La dimensión de la catástrofe se percibía ayer también nada más llegar al pequeño aeropuerto de Villagarzón, que solo recibe vuelos comerciales de la aerolínea estatal Satena y de aviones y helicópteros militares. Era un hervidero de distintas aeronaves de las Fuerzas Armadas que llegaban con socorristas, funcionarios del Gobierno, periodistas y toneladas de ayuda humanitaria.

Toda la actividad se centró ayer en ayudar a los damnificados. Los aviones llegaban con alimentos y medicinas y regresaban a sus bases con heridos. En la carretera también había un movimiento inusual de vehículos que trabajaban en la emergencia.