Iniciaron una revuelta que parecía abocada al fracaso más estrepitoso. ¿Cómo embocar una revolución sin plantar barricadas, sin siquiera cortar el tráfico, evitando los enfrentamientos con la policía, despojada de la menor dosis de testosterona? El estrato noble del sistema se sintió a salvo al conocer que la hoja de ruta de la insurrección fiaba su porvenir a un estribillo reivindicativo con una coreografía sin demasiados alardes. Sin embargo, ese pequeño grupo de mujeres y su tema ‘Un violador en tu camino’ ha cosechado la empatía de sus semejantes en rincones de todo el mundo y ha cogido con el pie cambiado a las élites y su visión androcentrista del mundo. “Muchos hombres pensaban que la 'performance' es algo alegre, que no es una amenaza porque no hemos protestado como lo hubieran hecho ellos. Se han equivocado al intentar normalizar un acto que no lo es”, proclamaban las componentes del colectivo chileno Lastesis a medida que su propuesta iba adquiriendo la categoría de himno en el imaginario feminista universal.

Un grupo de mujeres interpretan la 'performance' de Lastesis en una protesta feminista en Río de Janeiro. / S. IZQUIERDO (AP)

La indignación por la brecha de género engrosa una aleación de descontento social que galopa desbocado en Sudamérica, donde en algo más de una década se han visto relegados a la oposición la mitad de los gobiernos de izquierda y, con ellos, sus medidas progresistas. “La reacción es consecuencia del ascenso de movimientos de ultraderecha, que atentan contra los avances sociales y, en el caso de las mujeres, cuestionan toda ideología de género, poniendo en entredicho algunos de los hitos obtenidos tras tanto esfuerzo, como la despenalización del aborto”, describe Anna Ayuso, investigadora para América Latina del ‘think tank’ CIDOB.

Contrarreforma

La analista enfatiza el papel de las iglesias evangelistas, clave en su “rol de contrarreforma”, para galvanizar la ofensiva ultraconservadora y extenderla por toda la región. De forma más espontánea que la pero igualmente efectiva, llega la réplica de actores sociales que después de la marea rosa “no han obtenido grandes beneficios económicos ni estructurales”, pero por vez primera “sienten que ahora sí tienen voz” y la alzan contra las injusticias que perciben en su entorno, subraya Ayuso. El feminismo no es una excepción.

“En América Latina hay un discurso igualitario, si bien la realidad habla de que la discriminación de género sigue siendo muy grande. Pero también está aflorando el resultado de muchos años de esfuerzo de las mujeres en el que es fundamental el acceso a la educación y su consiguiente empoderamiento para tratar de romper las barreras del pasado; siguen existiendo, pero la diferencia es que ahora están dispuestas a denunciarlas”, expone Ayuso. Motivos no les faltan. Según las investigaciones de Lastesis, que basan sus predicamentos contra el patriarcado en teóricas de la talla de la antropóloga argentina Rita Regato, en Chile apenas el 8% de los juicios por violación concluyen con una sentencia condenatoria.

Introspección

Recelos contra el rol institucional. Agravios instigados por el machismo. Denuncias que adquieren matices y especificaciones tan variadas como culturas hay en el mundo, pero que comparten un innegable sustrato “basado en el supremacismo y el dominio patriarcal”, según Ayuso, que avala la extensión de la protesta chilena a nivel global, de forma casi inmediata y sin necesidad de orquestar una campaña. Una denuncia con la que resulta fácil empatizar a un amplísimo sector femenino, a diferencia del elitista movimiento #MeToo, impulsado por víctimas de abusos en Hollywood, un universo tan exclusivo como alejado de la realidad de millones de mujeres.

Activistas disfrazados de 'El cuento de la criada' reclaman la legalización del aborto en Buenos Aires / E. ABRAMOVICH (AFP)

No obstante, algunos de los desafíos del feminismo se afrontan en el seno del propio movimiento, toda vez que ahora, con el inesperado liderazgo del fenómeno en entornos habituados a ser comparsas de las vanguardias occidentales, aprovechan para reivindicarse dentro de la marea violeta. “El feminismo blanco es uniformizador, se piensa desde una lógica que niega la existencia y la lucha de otras mujeres no necesariamente blancas. Mujeres negras, indígenas, racializadas, sin las condiciones de privilegio de otras congéneres. Así como ocurre con la sociedad en general, una parte del feminismo debe darse cuenta también de que, aunque nos violentan a todas por ser mujeres, las violencias no se dan de la misma manera para todas”, expone la activista colombiana Francia Márquez.

Denuncias que bien podrían suscribirse desde el mundo árabe de no ser por una elemental cuestión de prioridades: por más que los últimos acontecimientos aumenten “la visibilización del movimiento” en este entorno, las mujeres musulmanas están muy lejos de una igualdad de derechos efectiva, según destaca Jesús A. Núñez Villaverde. "Para ellas la lucha es doble, dadas las tremendas limitaciones del contexto. Su situación es la principal asignatura pendiente en la vida pública”, revela el codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria. De ahí que resulte tan meritorio que 'Un violador en tu camino' haya llegado a un entorno tan pétreo. Pero la marea lila se torna baño de realidad tras conocerse la petición de dos años de prisión contra siete mujeres turcas por el mero hecho de haber entonado en público el emblemático himno de Lastesis.