A primera vista, Naomi Kawase puede parecer una cineasta que juega al despiste. Por un lado, la japonesa obtuvo su mayor éxito internacional con 'Una pastelería en Tokio' (2015), el tipo de melodrama inconfundiblemente sensiblero que el cine americano fabrica como churros; por otro, lo que hasta entonces la convirtió en uno de los nombres más notorios del cine de autor mundial fueron títulos como 'Sukazu' (1997) y 'El bosque del luto' (2007), un cine de naturaleza más sensorial que narrativa, cargado de símbolos y basado en los silencios más que en las palabras. Ella, en todo caso, desdeña ese tipo de distinciones. "Siempre me he sentido muy cercana a Steven Spielberg, aunque él se dedique a hacer grandes blockbusters y mis películas sean pequeñitas. Estoy convencida de que compartimos, además de un profundo amor al cine, una filosofía creativa: lo importante es contar historias que conmuevan".

En su nueva película, la recién estrenada 'Hacia la luz', Kawase contempla la relación que una escritora de descripciones para películas adaptadas a ciegos establece con un afamado fotógrafo que se está perdiendo la vista y que forma parte de un grupo de invidentes que valoran el trabajo de la joven. La tensión inicialmente existente entre ellos poco a poco va transformándose en entendimiento mutuo e, inevitablemente, la promesa de un romance florece. "Pero es mucho más que una historia de amor", matiza la directora. "He querido hacer una película sobre el medio fílmico mismo, y compartir una reflexión con aquellos que aman el cine: hay que aprender a experimentar las películas de otra forma, a trascender los contornos de la pantalla. No se trata solo de mirar, sino de sentir".

La idea de 'Hacia la luz' nació hace dos años cuando, mientras trabajaba en una versión para discapacitados visuales de 'Una pastelería en Tokio', sintió que su amor al cine se renovaba. "Descubrí que los invidentes capturan las imágenes y las sienten de forma muy profunda, y son capaces de expresar esos sentimientos con gran belleza. La palabra les ayuda casi a tocar las imágenes, y a relacionarse con ellas de un modo que puede permanecer inaccesible para quienes no tenemos problemas de visión". En ese sentido, añade, la sociedad actual parece diseñada para adormecer la capacidad de percepción del individuo. "En el pasado, antes de que estuviéramos rodeados de tanta tecnología y de internet y las redes sociales, las personas usaban más sus sentidos. Eran capaces de conectar más allá de las miradas y las palabras y lo tangible. Hoy hemos perdido esa habilidad".

Resulta difícil no ver a la joven protagonista de 'Hacia la luz' como un alter ego de la propia Kawase, especialmente cuando pronuncia frases como "quiero que el cine comunique un sentimiento tangible de esperanza". Después de todo, eso mismo parece ser lo que la directora ha tratado de hacer a lo largo de su carrera. "Sí, hago películas precisamente para eso. Vivimos en tiempos oscuros, y las personas parecen tener cada vez más ganas de pelearse entre sí. Creo que para erradicar ese problema hay que prestar más atención al arte. Si no lo hacemos, la humanidad está acabada".

También constante en el cine de Kawase es el tema de la pérdida. 'Hacia la luz', sin ir más lejos, habla de un hombre que pierde su facultad más preciada y de una mujer que asiste al ocaso de su propia familia. "En todo lo que hago hay rasgos autobiográficos", reconoce la japonesa, que en buena parte de su cine ha meditado sobre su propio pasado: fue educada por su abuela, después de que su padre abandonara el hogar familiar y su madre renunciara a educarla. "A lo largo de mi vida he tenido que aprender a desapegarme de cosas y emociones muy valiosas. Ý eso es difícil pero necesario. En nuestro corazón siempre debe haber espacio para emociones nuevas".