La brutal temporada de huracanes del Atlántico no ceja. Tras la devastación provocada por Harvey, Irma y María a lo largo y ancho del Caribe y en el sur de Estados Unidos ahora Nate se ha cebado con Centroamérica. Aunque pasó por la región como tormenta tropical, con sus torrenciales lluvias ha asolado y aislado comunidades provocando inundaciones y corrimientos de tierra, ha obligado a la evacuación de miles de personas y ha dejado al menos 30 muertos: 16 en Nicaragua, 10 en Costa Rica (donde además hay al menos 30 desaparecidos y el Gobierno ha pedido ayuda internacional), dos en Honduras y otros dos en El Salvador.

Convertido luego en huracán de categoría 1, Nate tocó tierra dos veces en Estados Unidos, la noche del sábado en Louisiana y la madrugada del domingo en Mississippi. Pero en su avance extremadamente rápido se ha ido debilitando y perdiendo fuerza en su recorrido hacia el interior y el norte. En apenas un par de horas, los vientos han pasado de superar los 136 kilómetros por hora a poco más de 56.

Aunque persisten los riesgos de inundaciones en el interior, el peligro de crecidas en la costa se da por superado y, en localidades como Gulf-port (Mississipi), las autoridades auguran que los «daños serán, por suerte, mínimos».