Paolo Sorrentino era un mocoso cuando Federico Fellini estrenó ‘Roma’, un peliculón, algo así como un atún rojo del séptimo arte. Podría despiezarse y no sería fácil decidir que corte es el más sabroso. La ventresca podría ser la escena del desfile de moda eclesiástica. Se presentan ante la curia romana las últimas creaciones de alta costura para monjas, monaguillos, curas, obispos y cardenales. Eso fue en 1972. Pasados 48 años, HBO ha estrenado ‘El nuevo Papa’, cuyo primer capítulo es, no solo una obra de homenaje del más devoto discípulo de Fellini, o sea, Sorrentino, sino una pieza para enmarcar.

Puede que después la serie decaiga. La primera temporada, titulada ‘El joven Papa’, con Jude Law como Pío XIII, cuarentón, atractivo, fumador y, a la par, profundamente conservador, fue irregular, aunque, eso sí, lisérgicamente provocadora. No pasó inadvertida. Pero ‘El nuevo Papa’, con John Malkovich como Juan Pablo III, llega en el momento perfecto. Si lo visto en el tráiler y en los dos primeros capítulos no engaña, Pío XIII y Juan Pablo III, dos tipos supuestamente infalibles en sus afirmaciones teológicas y, sin embargo, tan distintos, van a colisionar. Qué mejor campaña de publicidad para HBO que Benedicto XVI y Francisco, como sugieren los vaticanólogos, se batan también en un duelo de infalibilidades.

HASTA TRES PONTÍFICES

La coincidencia de dos papas en una misma época, aunque uno de ellos sea emérito, no es ninguna plusmarca histórica, vaya esto por delante. En 1409 había tres. Ninguno emérito. Aquello fue un sindiós que terminó de la peor manera, con acusaciones de herejía, simonía, asesinato, violación, sodomía e incesto. Si les aburre lo de HBO y lo de los dos papas, vayan directamente al final del texto y sabrán más, pero se perderán los excesos de Sorrentino y alguna consideración sobre los silencios de 'Los dos papas’ (Netflix), la película de la que todo el mundo habla, una ficción que pone cara a cara a Joseph Ratzinger y Jorge Mario Bergoglio, otra coincidencia en estas semanas de intensa ‘papitis’.

Jude Law en el papel de Pío XIII, tan atractivo como ultraconservador / HBO

Merece la pena insistir. El episodio inaugural de ‘El nuevo Papa’ es un capítulo apoteósico. En las grandes series hay a veces hay un capítulo monumental. En ‘Breaking bad’ fue el antepenúltimo, ‘Ozymandias’. En ‘True detective’, el cuarto capítulo de la primera temporada, con un plano secuencia que aún se estudia en las escuelas de cinematografía. De ‘Leftovers’ es inolvidable, porque encoge el alma, el penúltimo. Lo que Sorrentino ha hecho con la presentación de ‘El nuevo Papa’ es, simplemente, felliniano. Una monja limpia el cuerpo comatoso y desnudo de Jude Law. Con final feliz. Las intrigas palaciegas ponen en el trono al más inesperado candidato. Elige el nombre de Francisco II. Parece bonachón. Casi tontuelo. Se viene arriba. Abre las puertas a los inmigrantes. Vaya, como prometió Francisco I. Resulta ser, después, otro celoso implacable intérprete de las escrituras. De nuevo, como Francisco I.

De la primera temporada que Sorrentino dedicó a este inagotable yacimiento argumental que es el catolicismo se puede asegurar que fue muy vista en el Vaticano. ‘L’Osservatore Romano’, el 'Pravda' de esta fe, le dedicó algo así como una reseña. La firmaba Juan Manuel de Prada. No aplaudía los excesos de Sorrentino, por supuesto, pero intuía en él un admirador inconfeso de la fuerza del catolicismo contra vientos, mareas, pederastias y otras inclemencias. Aquella reseña, de muy recomendable lectura, permitió tirar del hilo y descubrir con asombro que en la nación seriófila hay también curas, obispos y cardenales. El Papa, no. Dice que no ve la tele desde los años 60.

LAS OFENSAS DE RATZINGER

Está por ver cómo será el choque entre Jude ‘Pío XIII’ Law y John ‘Juan Pablo III’ Malkovich, así que como aperitivo resulta interesante ‘Los dos papas’, película que ha sido acusada de (palabra de moda) blanquear a ambos pontífices, aunque de forma desigual. Francisco sale mejor parado que Benedicto XVI, del que sus fans (porque parece que los tiene) echan en falta que no se subraya el gran intelectual que dicen que es. La película, en lo que en verdad no ahonda, es en los desatinos de Ratzinger cuando gobernaba la Iglesia. Por citar dos episodios inolvidables, fue Benedicto XVI quien levantó la excomunión a un obispo que negaba el Holocausto y quien, en otra ocasión, repescó una cita del emperador bizantino Manuel II cuando en siglo XV afirmó que el Islam es “maldad e inhumanidad”. Así era Ratzinger, capaz de enojar a judíos y musulmanes y, como un niño pequeño, disculparse después con la excusa de que no era su propósito.

Jonathan Pryce y Anthony Hopkins, en una escena de 'Los dos papas'. / NETFLIX

Fellini, Sorrentino, Buñuel, Berlanga… La lista de directores imantados por todo aquello que da de sí la pompa eclesiástica es larga, y es lógico, pues acumula 2.000 años en permanente construcción y evolución, con episodios tan intensos como el anunciado al principio, el reinado simultáneo de tres papas a la vez.

Eso fue durante el periodo del Cisma de Occidente, en que Gregorio XII, con silla en Roma, se negaba incluso a verse cara a cara con Benedicto XII, el papa Luna, con trono en Aviñón. La solución fue convocar un concilio con una premisa muy clara: se elegiría un nuevo pontífice y los cismáticos renunciarían al cargo. Pues con la elección de Alejandro V hubo de repente tres papas. No hubo renuncias. Eso fue en 1408. Alejandro ni siquiera pudo entrar en Roma. Se instaló en Pisa. Murió en 1410. Los pisanos eligieron entonces a su sucesor, Juan XXIII (nombre y número que les resultará a ustedes familiar), que fruto de todo tipo de conspiraciones fue acusado de los más terribles crímenes, desde la herejía a la sodomía. Su nombre fue eliminado de los anales vaticanos. Por eso Angelo Giuseppe Roncallli pudo entre 1958 y 1963 gobernar con ese nombre. Sería otra serie.