El cuerpo de una niña de 14 años del Reino Unido, víctima de una rara variante del cáncer, ha sido criogenizado y enviado a un centro de almacenaje de EEUU a la espera de que algún día la ciencia permita devolverle la vida y sanar su enfermedad, o a al menos eso es lo que expresó la chica antes de morir. El caso ocupa un espacio en la prensa inglesa, no por que se dé por buena la viabilidad científica de esa resurrección, sino porque la decisión es fruto de una batalla judicial que ella planteó antes de morir, en contra del deseo inicial de su padre, y que terminó por ganar.

«Tengo solo 14 años y no quiero morir, pero sé que lo voy a hacer. Creo que ser criogenizada me dará la oportunidad de despertar curada, aunque sea dentro de cientos de años. No quiero ser enterrada bajo tierra». Es un párrafo de la carta que la niña envió a la justicia para que resolviera su caso. El problema era que los padres, divorciados, tenían opiniones contrarias sobre esta cuestión y ella quería que los tribunales se decantaran a favor de las tesis de la madre, favorable a la congelación del cadáver de su hija.

El padre, que hacía seis años que no mantenía contacto con su hija, se oponía. Su punto de vista era de un escepticismo absoluto, pues sobre los procesos de criogenización planea la sospecha de que se trata solo de un negocio de tipos muy vivos. El padre argumentaba que, llegado el caso de que su hija pudiera algún día volver a la vida, lo haría como una menor de edad, sin parientes conocidos y, además, en un país extraño, en EEUU, porque la empresa encargada de conservar el cadáver está en ese país.

UN NEGOCIO BOYANTE // La niña murió en octubre después de dedicar sus últimos meses de vida a buscar información sobre esta materia (así fue como descubrió a una empresa de nombre rimbombante, Alcor Life Extension Foundation) y a pelear por ella en los tribunales. El proceso de preservación del cadáver congelado ha supuesto 28.000 libras y el posterior traslado a Michigan (EEUU), una cantidad adicional en absoluto económica. En total, unas 65.000 libras (unos 75.000 euros). Total, que hay una boyante industria alrededor de esa hipotética esperanza de la resurrección. La singularidad de este caso era que la solicitante era una menor y que no había consenso entre sus progenitores sobre aceptar o no ese proceso de congelado que, según algunos medios británicos, ha sido llevado a cabo con una dudosa profesionalidad.

El mismo juez que ha autorizado que el cadáver de la menor sea criogenizado a 190 grados bajo cero ha dejado sobre la mesa otro debate abierto. Según el juez Peter Jackson, las leyes británicas deberían ponerse al día para no quedarse atrás ante los avances de la ciencia y ante los dilemas éticos que a veces plantea.