«¿Eres guapa?», le pregunta una reportera a una de las pequeñas participantes en el programa televisivo estadounidense Toddlers and tiaras. La niña tiene unos 5 años. Rubia, mantiene el pelo recogido en un moño salvo dos mechones que le caen por delante de la diadema. Es de abalorios, en tonos rosas y verdes, a juego con el vestido y el maquillaje. Frunce los labios, perfectamente delineados por un perfilador. No le gusta la pregunta. Le dice a la reportera que siente que se la hace porque cree que no lo es. Al final, la pequeña se va llorando hacia su madre.

Esta escena se enmarca dentro del reality sobre concursos de belleza en el que menores de muy corta edad compiten con sus vestidos, maquillaje y peluquería para ver quién es la más guapa de todas. Fue un programa que --entre el año 2009 y el 2016-- ejemplificó perfectamente en qué consiste la hipersexualización de la infancia, menores que aparecen como si fueran mayores de lo que realmente son, mientras muestran atributos que, en el mundo adulto, serían sexualmente atractivos para otras personas. Pero los ejemplos, pese al debate permanente en torno al tema, se suceden. El último caso polémico sobre hipersexualización infantil lo ha protagonizado la revista W, que hace unos días incluyó a la actriz de la serie Stranger things Millie Bobby Brown en una lista entre los personajes más sexis de la televisión actual. La intérprete tiene solo 13 años.

Pose de ‘femme fatale’

La representación estereotipada de las mujeres lleva décadas extendiéndose a niñas. En el mundo del cine y el espectáculo hemos visto a menores interpretando a prostitutas, como a Brooke Shields en La pequeña o a Jodie Foster en Taxi driver; a adolescentes retratadas de forma erótica, como el top-less de Kate Moss en The Face en su primera sesión de fotos; o a niñas como las participantes en concursos o en el mencionado Toddlers and tiaras expuestas a un jurado que les mida su belleza.

Aunque las críticas cada vez sean mayores, muchas publicaciones continúan retratando a niñas tras haber pasado por maquillaje, calzando tacones y posando en actitudes propias de una femme fatale. Imágenes que se repiten en anuncios de televisión y que son cada vez más comunes en redes sociales como Instagram, donde hay padres que llevan cuentas con el nombre de sus hijas o utilizan las suyas propias para retratar a las menores con ropa idéntica a la suya.

Los expertos continúan señalando a la moda y a la publicidad como dos de los grandes culpables del problema. La moda mini-me, el vestir igual a la madre que a la niña, ayuda. Las grandes cadenas de ropa y marcas de moda de lujo comenzaron a sacar líneas infantiles en los últimos años con prendas de estilo y de tendencia para mujeres adultas, en lugar de estar pensadas para que las pequeñas estuviesen cómodas y pudiesen jugar libremente en casa, en el patio del colegio o en el parque.

Mónica Díaz-Bustamante, doctora en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Complutense de Madrid, y Carmen Llovet-Rodríguez, profesora asociada del College of Arts and Sciences en el campus de Pekín del New York Intitute of Technology analizaron 19 catálogos disponibles en internet de algunas marcas de ropa. En este trabajo, había 605 imágenes de menores. Casi la mitad mostraban atributos que los sexualizaban, el 49% de las niñas frente al 38% de los niños.

«Es importante reflexionar acerca de por qué hay niñas que quieren mostrarse sexualizadas en Instagram o en otras redes sociales. Solo quieren agradar a la gente, cumplir con las reglas y expectativas que se crean en una red social que premia por encima de cualquier cosa la apariencia física», explica Urko Fernandez, director de proyectos de Pantallas Amigas.

Según los expertos, acabar con los estereotipos de género en los medios y regular la publicidad y la moda ayudaría a terminar con esa hipersexualización. Porque las niñas no tienen que ser ni sexis ni mini-adultas, sino sencillamente niñas.