Los científicos Rainer Weiss, Barry C. Barish y Kip S. Thorne fueron galardonados ayer con el premio Nobel de Física 2017 por su «decisiva contribución al detector LIGO y la observación de las ondas gravitacionales», que Albert Einstein había anticipado un siglo antes. Los tres estudiosos ya habían recibido este año el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica.

La Real Academia Sueca de las Ciencias ha explicado que los científicos estadounidenses han contribuido de forma «decisiva» para culminar cuatro décadas de esfuerzos y coronar un proyecto en el que han colaborado más de un millar de científicos de una veintena de países y que ha revolucionado la astrofísica.

El Observatorio de Ondas Gravitacionales por Interferometría Láser (LIGO) detectó en el mes de septiembre del año 2015, aunque no se difundió hasta cinco meses después, ese tipo de ondas, las fluctuaciones en el espacio-tiempo producidas por la aceleración de los cuerpos masivos cuando explota una supernova o colisionan agujeros negros.

A finales de la década de 1950 nuevos cálculos probaron que esas ondas transportaban energía, por lo que podrían ser detectadas; y en 1974 fue descubierto un púlsar doble --similar a una estrella en su masa pero de dimensiones muy reducidas--, lo que demostraba que los objetos en movimiento emiten ese tipo de ondas. El hallazgo le valdría en 1993 el Nobel de Física a los estadounidenses Joseph Taylor y Russell Hulse.

TRABAJOS // A mediados de los 70 Kip Thorne y Rainer Weiss iniciaron sus proyectos para poder descubrir las ondas. Los tres se juntaron años después para iniciar un trabajo pionero que incluyó el diseño de un interferómetro láser, la base del futuro LIGO. Drever, que falleció el pasado mes de marzo, se acabó apartando.

La complejidad del trabajo hizo que se tardase años en completar el proyecto.