El trono de rey del 'anime' quedó vacante cuando Hayao Miyazaki decidió dejar el cine. Podría haber sido para Satoshi Kon, una de las figuras más importantes y renovadoras que ha dado el género en los últimos tiempos, pero falleció de forma prematura con 46 años. Fue uno de los mayores exponentes del estudio Madhouse, la competencia de Ghibli, mucho más vanguardista y arriesgada, y al frente de la dirección creativa de la casa se encontraba precisamente la persona que recogería el testigo de esos dos grandes maestros para erigirse como el emperador de un género que ya iba necesitando un relevo generacional.

Con tan solo tres películas ('La chica que saltaba a través del tiempo', 'Summer Wars' y 'Los niños lobo'), Mamoru Hosoda ha demostrado que es dueño de un universo personal tan poderoso como imaginativo. Ahora acaba de estrenar su cuarto largometraje, 'El niño y la bestia', que se convirtió el año pasado en la primera cinta de animación que competía en el Festival de San Sebastián. "Me sorprendió mucho que seleccionaran mi película para la sección oficial de un festival tan importante", relata el director. "Eso significa que poco a poco se van derribando las barreras y los prejuicios con el cine de animación". Es algo que le preocupa especialmente a este hombre que siempre ha luchado por dignificar su especialidad genérica. "Las películas de dibujos siempre se habían categorizado para niños. Pero ahora nos hemos liberado de esas ataduras. La animación solo es una cuestión de técnica. Lo que importa es lo que intentas expresar con las imágenes".

CRECIMIENTO Y APRENDIZAJE

Y lo que nos encontramos en 'El niño y la bestia' es un universo desbordante a nivel visual y una preciosa fábula entorno al crecimiento y al aprendizaje. Un niño, Kyuta, vaga solo y perdido por las calles abarrotadas de Tokio cuando accede a un plano alternativo de la realidad gobernado por animales de la más diversa índole. "Me interesaba hablar de las relaciones paterno-filiales, en concreto a través de la historia de Kyuta y esa bestia que lo acoge y lo entrena para que se haga más fuerte. Al principio tienen un vínculo maestro-aprendiz, pero después el conflicto pasará a ser mucho más emocional e íntimo".

La mayor parte de las películas de Hosoda giran alrededor de latoma de decisiones cuando se alcanza la edad adulta. Era la idea que vertebraba su anterior película, 'Los niños lobo' y vuelve a estar presente en 'El niño y la bestia'. "Kyuta es un niño abandonado y está buscando su camino. La mayoría de adolescentes pasan por una época de incertidumbre buscando su identidad. En la película el joven vive en dos mundos: uno real y otro fantástico, y tendrá que decidir a cuál de los dos pertenece".

MITOLOGÍA Y CIVILIZACIÓN

Como suele ser habitual en las películas de animación japonesas, la importancia del folclore y de los mitos tradicionales vuelve a tener una importancia fundamental. Pero a Hosoda no le interesa mostrar todo este acervo popular de una manera complicada sino de la forma más intuitiva posible. "Las bestias de la película conectan con nuestro lado más primitivo y se contraponen a la civilización. De alguna manera representan la parte más incontaminada, la más pura y sensible y que no ha sido corrompida por la sociedad. Y en cuanto al tema de la mitología japonesa... ¿sabes? Ni siquiera nosotros la conocemos muy bien [risas]".

A Mamoru Hosoda le encanta el wéstern y su director favorito es Clint Eastwood. Reconoce que su universo creativo no está influenciado por ninguna referencia estética concreta, que parte de su propia experiencia, de su familia, de sus hijos. ¿Y Miyazaki? ¿Le ha influido de alguna manera? "Me encanta Miyazaki. Pero cuando la gente me pregunta: '¿Quieres ser como Miyazaki?' Yo les digo que no. Quiero hacer mis propias películas. Supongo que es inevitable que nos comparen, pero desde el respeto, espero que las mías sean más divertidas".