Orgasmos en menos de dos minutos. Con semejante promesa, los estimuladores de clítoris tienen un reclamo que les asegura el éxito. Aun así, difícilmente la industria de los juguetes eróticos podía llegar a imaginar el alcance de un fenómeno tan social como económico que la ha llevado a vivir su particular clímax en los últimos meses.

Los estimuladores clitorianos y otros juguetes existen desde hace tiempo, pero no fue hasta la segunda mitad del año pasado que se convirtieron en una especie de epifanía colectiva con la irrupción del Satisfyer. Según el estudio Sex Toys de la escuela de negocios Insead, la industria erótica española tuvo un volumen aproximado de 145.603 millones de euros en el 2019, unas cifras que, estiman, podrían crecer hasta los 187.991 millones en el 2025.

Las principales marcas del mercado han visto como la normalización del placer sexual ha disparado su volumen de negocio. A pesar de no ser la inventora de este juguete, la alemana Satisfyer se ha convertido en la protagonista de esta irrupción tecnológica. En el 2018 facturó una espectacular cantidad de 130 millones de euros.

La marca que patentó los mal llamados succionadores (y ahora ha denunciado a Satisfyer por plagiar su obra) fue la alemana Womanizer. El año pasado la compañía notó un aumento de los ingresos de hasta el 30%. «En los últimos años el foco de crecimiento europeo fue en Alemania, el Reino Unido y Francia pero ahora España también se ha convertido en un mercado de referencia», explica Johanna Rief, responsable de comunicación de la marca alemana.

En los juguetes de lujo también se ha notado. Según explica la sueca Lelo, sus ventas en España se dispararon un 263% durante el año pasado, mientras que a nivel europeo lo hizo en un 58%. Un auge que hace que España sea el principal consumidor de sus productos con casi el doble de ventas que en Francia, el segundo país de este ránking.

Arrasó en Navidad

El estimulador de Satisfyer arrasó durante las pasadas Navidades eclipsando a sus competidores y esperaba hacerlo para San Valentín --falta conocer las cifras de venta--. Según los comerciantes consultados, esto se debe a que es más asequible. Mientras que sus modelos rondan los 40 euros los de Womanizer y los de Lelo sobrepasan los 100.

Lejos de estereotipos y prejuicios, las sex shops actuales son más parecidas a tiendas de diseño que a antros con luces de neón. El negocio de juguete ha llegado de la mano de comercios como Platanomelón, cuyo negocio se cuadriplicó durante el año pasado. Entre el primer y el segundo semestre del 2019 sus ventas se multiplicaron por 14. Como señala Kimi Yamada, directora de márketing de la marca, la visualización de esos productos fue catapultada por el boca a boca y por la difusión de contenido educativo a través de plataformas como Youtube, donde cuentan con 987.000 suscriptores.

Cuatro millones

Otra de las grandes distribuidoras de estos productos a nivel nacional es Diversual. El año pasado esta tienda on line facturó una cifra próxima a los cuatro millones de euros, lo que supuso un incremento anual del 20%. En los días de Navidad llegaron a vender hasta 700 productos al día, un auge que su gerente, Fernando Martínez, explica por la «naturalización de la sexualidad femenina». Esta ampliación del mercado seguirá en el 2020.

Las tiendas más pequeñas también han notado los efectos de esa revolución sexual en la industria del orgasmo. «Ha sido algo fuera de lo habitual», explica Pau Sangüesa, dueño de Delicatessen. Desde mediados del año pasado, esta tienda erótica de Barcelona notó de pleno como se disparó el interés y las ventas por sus juguetes. «Nunca habíamos tenido un top ventas así», remarca.

Más allá de los debates sobre la democratización del placer o sobre el capitalismo de inmediatez, la irrupción de los juguetes sexuales ha probado, con creces, que es un mercado con mucho futuro.