Si midiéramos la evolución de la pandemia de covid-19 como el vaivén de las aguas, veríamos que esta crisis sanitaria ha impactado en nuestra sociedad como un tsunami que, aunque anunciado, ha desbordado todas las previsiones. Ahora que parece que vislumbramos el final de esta primera enorme ola, la gran pregunta es cómo quedará el mar cuando todo esto acabe. «El final de esta tormenta todavía está lejos», vaticina Clara Prats, biofísica dedicada al análisis de la evolución del virus en Europa.

«Cuando esta primera ola se calme, esperamos una mar rizada», explica la investigadora siguiendo con el símil marítimo. Es decir, no se espera que esta crisis se acabe de golpe, de un día para otro, sino que se prevé una larga cola en la que pueden haber pequeños rebrotes de nuevos casos. «Es ahí donde tenemos que trabajar para no tener otro tsunami», recalca Prats. Los expertos, de hecho, ya trabajan para anticiparse a las olas que vendrán. Esta labor empieza desde ya mismo estudiando, por ejemplo, los efectos que tendrá la desescalada. Y continúa intentando vaticinar qué ocurrirá cuando las medidas de control ya se hayan relajado todavía más.

El virólogo Christian Drosten, asesor del ejecutivo alemán durante esta crisis, alerta sobre «una segunda ola de contagios más grave que la actual» en caso de que la desescalada se realice mal. En lugares como Hong Kong o Singapur, los primeros en desconfinar, ya se está viviendo. Asimismo, la evolución se escribe sobre la marcha y su futuro dependerá tanto de factores biológicos como sociales.

INCÓGNITAS / Imposible saber con total seguridad cómo se comportará el virus en un futuro. Solo queda confiar en los aspectos en los que sí tenemos control, como las medidas de prevención individuales y colectivas para evitar más contagios. «Todo apunta a que el virus se quedará entre nosotros, así que no nos queda otra que prepararnos para las olas que vendrán», argumenta Javier del Águila Mejía, investigador del grupo de Modelos Dinámicos en Salud Pública (Escuela Nacional de Sanidad-UNED-UAM). Así lo apunta un reciente artículo publicado en Science, que pronostica que el virus podría seguir circulando durante los próximos cinco años, o más. O hasta que se encuentre una vacuna y se logre construir una cierta inmunidad de grupo, claro. Hasta entonces tocará lidiar con un horizonte incierto en el que el virus podría volver a brotar de un momento u otro.

Las consecuencias de los futuros brotes, sin embargo, no tienen por qué ser las mismas. «El problema de esta primera ola de la pandemia es que cuando nos hemos dado cuenta de su gravedad, ya era demasiado tarde porque el virus ya se había expandido», explica Mejía. De ahí que, de cara al futuro del covid-19, será vital desarrollar herramientas de prevención y control para evitar que el virus se expanda a sus anchas y, a su vez, un sistema de alarma que permitan actuar de manera rápida y eficaz para frenar los futuros brotes.