Buena parte de la vegetación que rodea las zonas por las que deambulan los osos pardos en el Cantábrico está muerta. Carbonizada. Un incendio declarado hace dos semanas, coincidente en el tiempo con la gran crisis forestal que golpeó en Galicia y Portugal, se propagó desde Matalavilla, norte de León, hasta las proximidades de la presa de las Ondinas, situada hacia el oeste. La abundancia de brezo y otros matorrales moribundos, resultado de una temporada seca de solemnidad, impulsó las llamas. Los robledales afectados, algunos de ellos centenarios, tardarán en recuperarse. Se percibe un intenso y desolador olor a quemado.

MENOS RECURSOS // No solo se verá afectada la fauna y el turismo que vive de la zona --cada vez más ante el ocaso de la minería--, sino que las montañas ennegrecidas también eran aprovechadas para la obtención de madera, cazar y como pasto para el ganado.

Los osos son demasiado inteligentes y rápidos como para que las llamas los hayan cercado, por lo que se cree que no ha muerto ningún ejemplar. «Sin las cerezas y los arándanos, alimentos esenciales en verano, todo indicaba que los veríamos con aspecto famélico, pero parece que han engordado con normalidad», tranquiliza Luis Fernández, técnico de la Fundación Oso Pardo (FOP). Sin embargo, lo que está claro es que ahora se lo pensarán más a la hora de volver y reproducirse.

ZONAS OSERAS // Avanzando hacia Asturias, el panorama es igual de desolador, como muestra Elías Suárez, miembro de otra patrulla de la FOP y vecino de la zona. En el municipio de Degaña, una excelente zona osera, el ayuntamiento había habilitado hace dos años un punto de observación en un barranco lleno de robles que era muy frecuentado por los animales. «Aquí se cambió la trucha, que era un buen reclamo turístico, por el oso», explica Suárez. Todo parecía ir bien... hasta que llegó el fuego. Otro incendio.

Varias carreteras quedaron cortadas y hubo que desalojar tres aldeas cercanas. «El humo lo cubrió todo. Los pájaros dejaron de cantar», relata Suárez. Ahora el Mirador del Oso de Degaña exhibe un horizonte negro. Dos semanas después de que las llamas hicieran acto de presencia todavía se percibe el olor a quemado.