El Papa invocó ayer a la paz y la seguridad en un mundo «azotado por vientos de guerra» y con un modelo de desarrollo «caduco», al tiempo que recordó especialmente a todos los niños cuya infancia fue robada, «obligados a trabajar desde una edad temprana o alistados como soldados mercenarios sin escrúpulos».

Francisco también tuvo palabras, durante el tradicional mensaje de Navidad, para los niños «cuyos padres no tienen trabajo y con gran esfuerzo intentan ofrecer a sus hijos un futuro seguro y pacífico» y aquellos «cuya infancia fue robada, obligados a trabajar desde una edad temprana o alistados como soldados mercenarios sin escrúpulos».

Igualmente, se detuvo en la situación de tantos pequeños «obligados a abandonar sus países, a viajar solos en condiciones inhumanas, siendo fácil presa para los traficantes de personas».

El Pontífice hizo balance del 2017 y empezó su análisis de la situación geopolítica nombrando la región de Oriente Próximo, donde se sigue sufriendo «por el aumento de las tensiones entre israelís y palestinos».

Asomado al balcón de la Logia central de la basílica de San Pedro para la tradicional bendición Urbi et Orbi, recordó la guerra de Siria. «Que la amada Siria pueda finalmente volver a encontrar el respeto por la dignidad de cada persona» recalcó el Papa.

Poco antes de Nochebuena, en la quinta misa del Gallo de su pontificado, el Papa había puesto el ejemplo de que también José y María huyeron, para recordar a los millones de personas obligadas a dejar su tierra y a sobrevivir a los «Herodes de turno» que «no tienen problemas en cobrar sangre inocente». Francisco comparó la situación que vivieron José y María obligados a dejar su tierra, pero «llenos de esperanza y de futuro por el niño que vendría» con los millones de personas que huyen en la actualidad.