Una pareja valenciana que pasaba sus vacaciones en el norte tenía que llegar en coche de Liébana al collado de Pandébano, para subir luego andando a la Vega de Urriellu, y aunque las indicaciones que habían recibido verbalmente eran otras, ellos decidieron hacer caso a su GPS. Al final, acabaron paseando por zonas restringidas del parque nacional de los Picos de Europa con un Renault Mégane ante la mirada anonadada de decenas de montañeros que transitaban por la zona caminando.

Esta historia comenzó el domingo, cuando esta pareja valenciana que estaba hospedada en la comarca lebaniega (Cantabria) contrató una actividad en el entorno del Picu Urriellu (Asturias). El guía con el que habían contactado les indicó que deberían bajar por el desfiladero de la Hermida hasta Panes, allí coger el desvío que va a Cabrales para dirigirse a Poncebos y luego, desde la carretera que conduce a Sotres, llegar hasta la pista de Pandébano, donde se inicia, entre otras, la ruta al Urriellu.

El guía, que ya estaba trabajando en la zona cabraliega, recibió una llamada de sus clientes en la que pretendían disculparse por llegar tarde a la cita. "No sabemos dónde estamos", le dijeron. Porque no habían seguido la ruta inicial pactada. Estaban en pleno macizo oriental de los Picos de Europa en una pista que, para un turismo, se antojaba complicada y bastante estrecha. Se encontraban en el camino restringido que va del pueblo de Bejes al Casetón de Ándara y que, efectivamente, conecta con Sotres, pero después de traspasar una señal que prohíbe el acceso a vehículos no autorizados. La pista, eso sí, es transitada por los guardas del parque nacional y por los ganaderos, pero habitualmente en coches todoterreno que se adaptan a un firme que no siempre da estabilidad a un vehículo normal.

La pareja, como era de prever, no llegó a su actividad a tiempo. Reconocieron haber visto la indicación de prohibido el paso a vehículos ajenos, pero ellos, fieles al GPS, continuaron por el camino hacia delante, algo por otro lado normal, teniendo en cuenta que tampoco había dónde dar la vuelta. Al final, lograron llegar, despacio y con tiento, hasta el refugio de Ándara, donde les prestaron la ayuda para salir del atolladero en el que se habían metido.