En nuestro día a día nos encontramos con un número elevado de personas que, llegado el momento, podrían ejercer una toxicidad hacia nosotros, pero por el tipo de relación que mantenemos, esto no llega a ocurrir. Esto se debe a que la persona tóxica, no lo es en la totalidad de su vida, sino que ciertas características de personalidad de la persona se juntan con las nuestras y con el vínculo que tenemos creando la relación tóxica. Esto se puede dar con muchas personas, desde hermanos hasta amigos o padres, pero también en nuestra pareja o matrimonio, donde las peculiaridades de la unión hacen que sea especialmente peligrosa.

Cuando mantenemos una relación de pareja intensa y con determinados problemas, puede deberse a algo puntual, un mal momento para uno de los dos o una mala gestión por ambas partes. Pero en otras ocasiones, nos encontramos conviviendo con una pareja tóxica, que difícil cambiará y que puede acabar por destruirnos mentalmente. En estos casos hay que prestar especial atención a las señales que nos indiquen de que estamos en peligro.

DOMINACIÓN Y VIOLENCIA

Desde fuera, es muy común que nos planteemos porque la persona que soporta una relación tóxica no sale de ahí o ni si quiera ve las señales. Sin embargo, cuando estamos sumidos en ello, es complicado que de la noche a la mañana abramos los ojos y pongamos punto y final a la historia. Nos influye la esperanza de que el otro cambie, de ser nosotros los artífices de ese cambio y que la relación nos ha anulado como personas, con síntomas ansioso-depresivos y baja autoestima.

Pero no siempre que haya una mala relación significa que nuestra pareja sea tóxica. Hay factores que intervienen y que pueden generarnos dudas. Sin embargo, es importante que descartemos cuanto antes la toxicidad con todas las señales de alarma que vayan surgiendo.

1. Manipulación y chantaje

La pareja necesita que las cosas se hagan a su modo, y para ello pondrá en juego todas sus armas de manipulación. Se establece una relación basada en el chantaje emocional, donde la culpa y la vergüenza doblegan nuestra voluntad.

2. Bajos niveles de energía

Cuando las cosas van bien, nuestra energía sube de una forma rápida. En los momentos malos esta baja, pero no de la forma que se reduce con una relación tóxica. En este caso lo que se siente es como que el otro absorbe la fuerza, como un vampiro, dejándonos sin energía, incluso cuando no estamos con él o ella.

3. Montaña rusa

Hay picos muy elevados de felicidad, la Luna de Miel, que llega tras los momentos malos. Son pequeños instantes fugaces donde estamos muy bien con el otro y todo parece de color de rosa. No duda mucho, pero es lo suficientemente intenso como para que genere adicción. Esto mismo también se ve en procesos de consumo y abuso de drogas.

4. La confusión del amor

El amor se coloca como justificación a todo lo malo que aparece, como los celos. "Si los siento, es porque te quiero, y cuanto más te quiero, más me molesta que hables con otros. Por eso controlo lo que haces y te miro el móvil, porque me preocupo por ti".

5. Desequilibrio

Hay una clara distinción entre el lugar que ocupa uno y el lugar que ocupa el otro. Dejando a un lado las justificaciones que existan, se ve cómo todo se hace por el bienestar de uno. Se da todo para que la pareja se encuentre bien, lo que implica sacrificar todas las necesidades personales.

6. Aislamiento

La persona tóxica no siempre es consciente del daño que ejerce, pero inconscientemente siente miedo de ser descubierto. Esto hace que busque el aislamiento del otro, rompiéndose lazos con los amigos o la familia. De hecho, en algunos casos, la pareja debe dejar su trabajo.

Socialmente arrastramos mitos de amor románticos que nos hacen perpetuar relaciones tóxicas, donde el sacrificio está por encima de todo. Sin embargo, lo que confundimos con dolor no suele ser amor. De hecho, si duele, lo primero que debemos plantearnos es si de verdad esa persona nos quisiera tanto como dice, nos debería querer mejor.

* Ángel Rull, psicólogo.