Hace un año, el 17 de junio del 2018, Mok Kamara fue portada de muchos periódicos españoles. Era uno de los 629 inmigrantes del Aquarius y bajó al puerto de València con una camiseta en la que había escrito a mano Confío en España. Con media Europa cerrando sus fronteras y la otra media silbando, la invitación del Gobierno cambió sus vidas y, aunque la política del Ejecutivo respecto a los rescates en el Mediterráneo ha cambiado, este joven de Sierra Leona mantiene la esperanza en que la ayuda se completará con los papeles necesarios para seguir en la ciudad del Turia.

«Ha sido un buen año. España nos ha acogido y agradecemos todo lo que hace por nosotros. Mientras Italia o Francia nos decían que no, España nos ha dado facilidades. Pero los que al final se fueron a Francia ya tienen un permiso de 10 años y aquí aún nadie tiene nada. Esto es muy estresante para nosotros», lamenta. «Cuando salí del barco lo hice con una camiseta que ponía que creía en España y creo que no nos va a abandonar, sigo confiando», afirma convencido desde la sede en València de CEA(R), la Comissió d’Ajuda al Refugiat.

Aspira a ser un refugiado

Mok tiene ahora 25 años y aspira a tener el estatus de refugiado. «Dejé mi país por razones políticas. Ahora en Sierra Leona no hay guerra, pero sí luchas políticas», cuenta. Y muestra en su móvil imágenes que dice son de hace pocos días, en los que un grupo de militares toma al asalto, con disparos y gases, la sede de su partido. «Unos meses antes de mi marcha hubo elecciones y ganó el SLPP, el partido verde, y yo soy del APC, el rojo. En mi país si estás en el lado equivocado, estás marcado. Empezaron a perseguirme, me acosaban, querían matarme», narra.

Ante esa situación, decidió huir con la que era su mujer. «Crucé el desierto por Guinea Kronaki, fue terrible, creo que tardamos un mes. Luego pasamos por Malí, Niger y llegamos a Libia», recuerda. Pero todavía quedaba lo peor.

«Nada más entrar nos capturaron en un taxi, a mí me obligaron a trabajar para recuperar mi libertad y a ella la metieron en una cárcel y la violaron. Logró escapar y nos encontramos en un campo de refugiados», explica. Pagó 2.000 dinares para embarcarse en unos cochambrosos y abarrotados botes que les condenaban a la muerte si no eran rescatados. Hasta que el Aquarius le salvó la vida.