Philip Norman era un periodista musical de 38 años cuando en 1981 publicó 'Shout!', un ambicioso estudio sobre los Beatles y su época que el autor empezó a escribir aprovechando un largo parón laboral y que fue recibido en el momento de su aparición como la biografía definitiva del cuarteto de Liverpool; la más documentada, la más rigurosa, la más exhaustiva, la más perspicaz. El libro se convirtió rápidamente en un 'best seller' y suscitó una catarata de elogios desmedidos. También topó con un detractor implacable: Paul McCartney. En las páginas de 'Shout!', Philip Norman se apuntaba con entusiasmo mal disimulado al lugar común que atribuía a John Lennon la principal reserva de liderazgo, carisma y genio creativo dentro del grupo al tiempo que presentaba a Macca como un ambicioso manipulador especialmente dotado para las relaciones públicas. La muerte de Lennon, el 8 de diciembre de 1980, coincidió con la última fase de redacción y corrección del texto, circunstancia que contribuyó a reforzar un sesgo que Norman hizo aún más hiriente cuando, en las entrevistas promocionales, afirmó que John representaba "tres cuartas partes de los Beatles". McCartney, dolido, rebautizó el libro como 'Shite!' (¡mierda!).

Por todo ello, pocos nombres parecían más improbables que el de Philip Norman como autor de la primera biografía autorizada de McCartney. El propio autor tenía nulas esperanzas cuando, a finales del 2012, envió un 'e-mail' al jefe de prensa del exbeatle, Stuart Bell, exponiéndole su deseo de escribir una biografía de Paul que, por así decir, sirviera de complemento al volumen que en el 2008 había dedicado a John Lennon. "Admití que era posible que yo fuera la última persona que él elegiría como biógrafo, pero añadía que esperaba que el libro de Lennon hubiera enmendado, aunque fuera en parte, el injusto tratamiento que había recibido por mi parte en 'Shout!'". Al cabo de dos semanas, Norman recibió un escueto correo de respuesta: "Querido Philip: Gracias por tu mensaje. Con gusto te doy mi aprobación tácita y tal vez Stuart Bell pueda ayudarte. Cordialmente, Paul".

"Fue la mayor sorpresa de mi carrera", asegura el escritor inglés en el prólogo de 'Paul McCartney. La biografía' (Malpaso), un exhaustivo recorrido (son casi 800 páginas) por la vida y la trayectoria de una leyenda del pop que, a pesar de su reputación de hombre afable y accesible, resulta ser una de las estrellas más elusivas de la industria musical del último medio siglo.

Leche condensada y pudín de Yorkshire

La "aprobación tácita" de Macca no se tradujo en una colaboración directa, pero sí permitió a Norman acceder a una cantidad ingente de documentación (en buena parte, inédita) y entrevistar a una larga lista de personas del entorno más próximo al músico, incluyendo a su hermano Michael, su madrastra Angie, su hermanastra Ruth y su primo Ian Harris. El resultado de la investigación es abrumador. Literalmente. La atención que Norman presta a los detalles en apariencia más nimios (desde la afición del joven Paul a la leche condensada y el pudín de Yorkshire "untado con sirope dorado Tate & Lyle" hasta la lista de todos los instrumentos utilizados en la grabación de un disco tan poco memorable como 'Off the ground') pone a prueba la paciencia del lector en más de un pasaje, pero resulta especialmente eficaz, por ejemplo, a la hora de evocar la vida en la comunidad de viviendas subsidiadas del extrarradio del Liverpool de posguerra en la que transcurrió la infancia de McCartney.

Son precisamente las páginas dedicadas a los años de formación del futuro astro pop las más satisfactorias del libro; también las más pródigas en historias de las que hasta ahora apenas habíamos oído hablar. Especialmente perturbadora es la que relata Iris Caldwell, hermana de Rory Storm (líder del grupo de 'merseybeat' The Hurricanes), bailarina y novia intermitente de McCartney entre 1961 y 1962. "Después de alguna actuación de los Beatles -recuerda-, a Paul le gustaba que mi mamá le peinara las piernas. Tiene mucho pelo y eso parecía relajarlo. Decía '¡Oh, Vi, péiname las piernas!', se levantaba la pernera y mi mamá cogía un peine y lo hacía".

Dos años más tarde, en una suite del hotel Delmonico de Nueva York, Bob Dylan les enseñó a él y a los otros tres 'beatles' un método bastante más convencional de relajarse. En realidad, fue un malentendido lo que llevó a Dylan a ofrecerles su primer porro de marihuana: cuando en 'I want to hold your hand' John y Paul cantaban con su acento de Liverpool "I can’t hide, I can’t hide" ("no lo puedo ocultar"), el cantautor de Minnesota creía oír "I get high, I get high" ("me coloco"), por lo que pensó que los Fab Four estaban familiarizados con el uso recreativo de los psicotrópicos. "Se quedó asombrado cuando se enteró de que los Beatles jamás habían probado ningún narcótico más fuerte que los estimulantes de anfetaminas y los palillos de bencedrina de los inhaladores nasales".

Cuatro personas en una cama

Las drogas y el sexo ocupan un espacio inusualmente relevante para tratarse de la biografía de una estrella del pop que, salvo por un arresto por posesión de cannabis en el aeropuerto de Tokio en enero de 1980 y un feo proceso de divorcio de su segunda esposa, Heather Mills, se ha mantenido siempre razonablemente alejado de cualquier tipo de escándalo. Philip Norman apunta que, durante su estancia en los Beatles, McCartney demostró tener "una antena sexual tan aguda como la cultural" y refiere diversos episodios (incluida "una sesión de cuatro personas en la cama en la que él era el único varón") que parecen acreditar la célebre frase de Lennon de que las giras del grupo eran "como el 'Satyricon' de Fellini".

El autor del libro flojea en cambio (y no es una flaqueza menor) a la hora de ponderar la valía musical del objeto de su estudio. Pocas cosas han dejado una huella tan apreciable en la historia de la música pop como las partes de bajo que Paul creó y grabó para los Fab Four ("dame tu amor / y yo te daré una canción de amor perfecta / con una divina línea de bajo de los Beatles / y el viejo gran sonido de los Beach Boys", cantaban The Divine Comedy en 'Perfect Lovesong'), por no hablar de sus armonías vocales, sus dotes como solista y su genio compositor. Norman, mucho más interesado en el hombre y en la leyenda que en el artista, pasa por encima de todo ello y se limita a amontonar datos de las grabaciones y fechas de lanzamiento. Aunque, a juzgar por los ocasionales (y poco atinados) juicios musicales que el autor deja caer aquí y allá en el texto (no, definitivamente los Wings no eran un grupo de glam rock), casi mejor.