Pekín se desperezaba ayer con parsimonia tras la siesta vacacional de año nuevo prolongada por el coronavirus. Ya no es el decorado inerte de las semanas previas, pero todavía queda muy lejano el nervio de la capital de la segunda economía global. El regreso escalonado al tajo pretende atender las urgencias de alimentar la locomotora y blindarse del contagio. El tímido tráfico y los vagones de metro y autobuses semivacíos sugerían ayer que la población prioriza la segunda.

Los tres edificios de oficinas sobre el segundo anillo que delimita el centro de la capital siguen sellados desde que un visitante dio positivo dos semanas atrás.

Solo el funcionariado y las industrias más sensibles retomaron la actividad la semana pasada, cuando concluyó oficialmente el Festival de Primavera, y los colegios y universidades no abrirán hasta marzo. El sector privado recomienda el trabajo desde casa porque la logística y el miedo complican lo contrario.

Pekín, Shanghái, Guangzhou, Shenzhen, Hangzhou… hasta 80 ciudades han impuesto limitaciones de movimiento que lindan con el bloqueo. No es fácil que los millones de emigrantes laborales del interior puedan regresar a la efervescente costa oriental tras disfrutar del año nuevo.

SOLO CLIENTES EXTRANJEROS / «Solo contamos con el 10 % del personal, son los que no se fueron de Pekín. El resto de los trabajadores no pueden llegar y, cuando lo consigan, tendrán que estar dos semanas en cuarentena», sostiene el encargado de un restaurante español. El suyo es el único abierto en un centro comercial de Guomao, el corazón financiero pequinés. Ayer no regresó el antiguo caudal de oficinistas. En Sanlitun, el epicentro comercial y de ocio, apenas resisten media docena de restaurantes.

La epidemia está aniquilando el sector del ocio. Restaurantes, bares, teatros, cines… «Los 12 estrenos previstos para las vacaciones fueron cancelados y nuestra película tampoco estará lista para verano, es una hecatombe», revela Ren, empleada en un estudio de animación. Ha cambiado su billete de regreso desde Taipei ya un par de veces y se plantea la tercera. Le angustia menos el virus que la reclusión en Pekín.

Entre los 20 millones de pequineses apenas se han registrado 337 contagios y dos muertes pero el ambiente sugiere una plaga bíblica. La aparición pública ayer por la mañana del presidente, Xi Jinping, manda el mensaje de que el país debe de regresar a los raíles sin desatender las precauciones. Xi, extrañamente invisible en lo más crudo de la crisis, visitó con mascarilla un céntrico hospital capitalino para que le tomaran la temperatura.

Con más de 900 muertes registradas, el coronavirus ha superado el umbral psicológico del SARS. Los expertos, sin embargo, inciden en los brotes verdes: la sostenida desaceleración de contagios fuera de la provincia de Hubei y la bajada de la tasa de mortalidad. La epidemia podría alcanzar su pico en dos o tres semanas antes de empezar a remitir a partir de entonces.