En Carolina del Sur hoy ya se puede ir a la playa o a establecimientos que habían cerrado por considerarse negocios «no esenciales» durante la crisis del coronavirus, de floristerías a librerías o joyerías. En Georgia a partir del viernes podrá volver la gente a las boleras, a hacerse la manicura o cortarse el pelo, a sudar en el gimnasio, darse un masaje o hacerse un tatuaje y, desde el lunes, a restaurantes y cines. El 1 de mayo, en Tennessee, la inmensa mayoría de negocios en los 89 condados del estado tendrán carta blanca para reabrir.

Los tres estados de EEUU tienen algo en común: sus gobernadores son republicanos, como el presidente, Donald Trump. Fueron cuestionados por resistirse a aplicar las medidas de distanciamiento social y cierre sugeridas para tratar de frenar la curva de contagios y ahora, mientras en estados gobernados por demócratas se repiten protestas de seguidores de Trump contra el confinamiento y los cierres, son los primeros en reabrir en un país con casi 800.000 casos de covid-19 confirmados y más de 42.000 muertos.

Y aunque lo harán siguiendo las directrices y el plan diseñado por la Casa Blanca, incluyendo medidas de distanciamiento social o limitaciones de ocupación en los locales, su estrategia es vista por expertos en salud y hasta alcaldes de municipios en sus estados como un paso «precipitado», «equivocado», «irresponsable» y «peligroso».

«Estoy perpleja de que abramos de esta manera», reaccionaba Keisha Bottoms, la alcaldesa de Atlanta, principal ciudad de Georgia, que se enteró de la decisión del gobernador Brian Kemp por televisión. Aunque la demócrata hasta ahora ha trabajado «muy bien» con el republicano, aseguró que mirando los números y hablando con expertos «no se ve que la decisión de reabrir esté basada en nada lógico». «No sé cómo te distancias cuando estás en la peluquería o alguien te hace la manicura o te da un masaje», dijo la alcaldesa.