Sí, navegar por internet contamina. De hecho, cada vez son más los estudios que se centran en medir el impacto ecológico de los recursos on line. Las plataformas digitales, aunque no necesiten un soporte físico específico para funcionar, dependen de enormes infraestructuras en las que se procesan millones de datos durante las 24 horas del día y los 365 días del año. Se calcula que hoy en día las infraestructuras necesarias para mantener en marcha todas las tecnologías de la información generan más del 2% de las emisiones mundiales y, si se sigue este ritmo, para el 2030 esta cifra podría aumentar entre tres y diez veces respecto a los niveles actuales.

¿Significa esto que tenemos que desconectarnos de internet para frenar la crisis climática? No. Los expertos apuntan que la solución pasa por alimentar estas grandes maquinarias con fuentes de energía limpia. El último informe de la campaña Clicking clean, elaborado por Greenpeace, apunta la necesidad de que los gigantes tecnológicos se comprometan al 100% con el uso de energías renovables para seguir creciendo de manera sostenible con el medio ambiente. Grandes empresas como Facebook, Google y Apple (y todos los demás recursos digitales que dependen de estas) ya alimentan más de la mitad de sus servidores con energías renovables. Pero otras en plena expansión como Netflix, HBO y Vimeo siguen produciendo una gran huella ecológica. Los expertos reclaman una rápida reconversión de estas plataformas ya que todo apunta a que el consumo de vídeos por streaming crecerá hasta ocupar el 80% del tráfico global de internet.

«El objetivo de estos estudios no es pedir la desconexión de internet, sino concienciar a los usuarios y presionar a esta industria en plena expansión para que se comprometa con las energías renovables», comenta María Prado, responsable de campaña de transición energética de Greenpeace. «Ya no sirven los compromisos verdes, necesitamos medidas reales para conseguir que la huella ecológica de estos servicios sea lo más pequeña posible», añade.

Una reciente investigación titulada The cost of music apunta a que el impacto medioambiental de los servicios de streaming dedicados a la música es alarmantemente elevado.

El análisis concluye que, solo en el año 2016, en Estados Unidos el consumo de música en línea produjo más de 350 millones de kilogramos de gases que contribuyen al efecto invernadero. En este sentido, cada vez son más los estudios que estiman la contaminación oculta de las actividades on line.

El uso de las criptomonedas bitcoins, por ejemplo, generó 69 millones de toneladas de este gas contaminante solo en el año 2017. El envío de correos electrónicos equivaldría a cuatro gramos de emisiones de CO2 en la atmósfera por mensaje. Pero esto no es todo.

También otras actividades como navegar por la red, responder a un mensaje de texto, mandar una foto, envíar un correo, visualizar un vídeo, subir un archivo a la nube o poner un like dejarían una pequeña huella ecológica que, si sumamos toda la información que circula por la red, se iría engrandeciendo poco a poco. Y es a gran escala cuando empieza a suponer un serio problema para el medio ambiente.