A comienzos de los 80, era agradable pasear por el Polígono Sur de Sevilla, un conjunto de barrios de clase trabajadora y humilde, recuerda Rosario García. Pero vivir siempre en el alambre conlleva caídas a la más mínima sacudida en forma de crisis económica, y la zona se fue degradando, cebando la marginalidad. Desde hace años, el Polígono Sur encabeza, junto a Los Pajaritos, las listas de barrios más pobres de España, y eso pese a la implantación hace casi dos décadas de un comisionado especial para aunar esfuerzos e inversiones de las administraciones públicas y ayudar a normalizar la vida en el barrio. Me avergüenza esta situación después de tantos años, con lavados de cara no se solucionan las cosas, lamenta la portavoz vecinal.

Adentrarse hoy en día en algunas de esas calles es entrar en territorio comanche, como comprobó el relator especial de derechos humanos de la ONU hace unos meses. Aguas fecales, hogueras en plena calle, escombros, infravivienda en inmuebles de titularidad pública, pisos convertidos en plantaciones de droga, okupaciones Unos elementos que, unidos a la falta de alternativas y esperanza, cronifican la pobreza de la zona. El covid-19 ha agravado aún más la brecha, pero destaca su capacidad de aguante, no han salido a la calle a protestar pese a que tenían más motivos que otros, añade el responsable de Marginación de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA), Óscar Mitillo.

"SIN ENTENDER SU SINGULARIDAD"

Resulta difícil explicar por qué 20 años después los planes del Ayuntamiento de Sevilla, Junta de Andalucía o Gobierno central no han permitido siquiera levantar cabeza. La administración, coinciden los vecinos, no termina de entender la singularidad de la zona, y hacen planes de afuera a dentro, o de arriba hacia abajo, sin hablar con cada familia para conocer y responder a sus necesidades, resume Rafael Pertegal, de la asociación Martínez Montañés. Faltan las instalaciones necesarias, como una comisaría, pero se crean centros de emprendedores que acaban sin uso. Se les trata como un barrio estándar, cuando no lo es, añade Mitillo.

Si seguimos así es porque algo se ha hecho mal, hay que evaluar y dar un giro de 180 grados a las políticas públicas, reconoce Jaime Bretón, desde hace un año comisionado especial del Polígono, un cargo creado en el 2003 sin competencias que trata de coordinar a las administraciones. En sus seis barrios residen 40.000 personas, de los que un 20% están en riesgo severo de pobreza y que no logran salir de ese círculo. Es más, la exclusión se hereda de padres a hijos. Es un fracaso de acompañamiento y continuidad, hay programas, pero no se hace seguimiento con la gente, opina. La elevada movilidad de los vecinos en las zonas más conflictivas complica ese seguimiento y dificulta la confección del censo que reclaman asociaciones y Comisionado.

Uno de los problemas más acuciantes en estos momentos es la proliferación de cultivos de marihuana, que complican la convivencia Los vecinos no denuncian por miedo, y la compañía de electricidad mira para otro lado, lamenta Bretón, que pide a la Fiscalía actuar de oficio, como se haría en cualquier otro barrio de la ciudad. La falta de valores hay que hacer un trabajo importante de formación, coinciden todosy de perspectivas de futuro agravan aún más la situación. Cómo les pedimos a los jóvenes que asistan a talleres de carpintería para aspirar a sueldos mileuristas cuando con la droga ganan cuatro veces más, añade.

SERVICIOS BÁSICOS

En este sentido, Bretón admite que a la gente se le exige poco, porque la administración se autoexige poco también. Se les deja hacer, pero hay que exigirles lo mismo que a los vecinos de otros barrios, y darles los mismos servicios, pero no se hace. El drama es que, aunque sea poco, se avanza, y los que avanzan se van, no se quedan para ser referentes. Así, la ausencia de conciencia ciudadana y los problemas de seguridad provocan que el Polígono carezca de servicios tan habituales en cualquier otro barrio como librerías, droguerías, floristerías, o incluso un chino.

El Comisionado se muestra no pesimista, pero sí realista, y no contempla una recuperación de la zona a corto plazo. Lo primero, apunta, es recuperar el principio de autoridad, que la administración que muchas veces ha mirado para otro lado se imponga, porque si no lo hace, se impone otro, y así "ganar en libertad". El siguiente paso sería la limpieza, para dar dignidad, y a continuación ahondar en los programas de educación, porque el rol de responsabilidad compartida requiere tiempo y mucha pedagogía. Si de verdad hubiera habido voluntad política, las cosas hubieran cambiado, somos el trastero de Sevilla, donde se acumula lo que nadie quiere ver, concluye García.