El muérdago (Viscum album) es una planta semiparásita, esto es, que vive y germina sobre otros vegetales. Su fruto es una pegajosa baya blanquecina o vermellón que se torna comestible cuando madura y es muy apreciada por los pájaros. Y como es tan viscosa, se queda pegada en el pico de las aves, que se frotan contra las ramas de los árboles para quitársela, por lo que queda lista para iniciar su germinación. O, incluso, cuando los pájaros comen la baya y la expulsan a través de sus excrementos, también queda adherida a las ramas, donde germina.

El arbusto proporciona, junto con el pino o el abeto, un toque de color a las fiestas de Navidad. Pero, ¿de dónde viene la tradición de besarse bajo una rama de muérdago? La planta era sagrada para los druidas celtas, que oficiaban ceremonias bajo sus hojas y la utilizaban en sus pócimas mágicas. Según una antigua superstición, se colgaba sobre las cunas de los niños para evitar que las hadas los robasen y cambiasen por otros.

LA PLANTA DEL AMOR

Los celtas también consideraban que la planta era afrodisíaca y potenciadora de la fertilidad por su color verde permanente.

La creencia de que potenciaba el amor hizo que en muchos hogares se colgase una rama de muérdago en la entrada para atraer la buena suerte a los residentes y visitantes de esa vivienda.

De ahí nació la costumbre de abrazarse y besarse al llegar a una casa mientras se atravesaba el umbral en el que se encontraba el muérdago colgado.

Los vikingos también confiaban en las propiedades esotéricas del arbusto y, además, le atribuían el poder de resucitar a los muertos.

La tradición navideña que se ha conservado hasta nuestros días en los países nórdicos y anglosajones de Europa -descendientes de celtas y vikingos- dice que aquella persona que reciba un beso bajo el muérdago encontrará el amor que busca o conservará el que ya tiene.