'Juicio al porno de la Manada', titulaba un artículo la psiquiatra Ibone Olza, alegando que debería juzgarse "la escuela" de la Manada, "ese porno sexista y violento que han consumido esos y otros muchos hombres, también algunas mujeres". Un material en el que se muestran "violaciones o relaciones de brutal sometimiento", donde casi siempre el argumento de fondo es que "ella es una puta" o "disfruta siendo maltratada". En esas escenas, agrega la doctora, las mujeres "no tienen deseo ni iniciativa pero siempre están dispuestas a ser sometidas por varios hombres que se jalean mutuamente". Así se construyen las expectativas de miles de varones, remacha. La cuestión aquí a dictamen es si se pueden establecer correlaciones entre el consumo de pornografía y presuntas agresiones como las de Pamplona, pendiente de sentencia, tal y como afirma Olza. El debate entre los expertos sigue abierto.

"Las investigaciones no han aclarado si simplemente el hecho de mirar porno estimula o causa violencia sexual", explica a EL PERIÓDICO el doctor N. G. Berrill, director del 'The New York Center for Neuropsychology & Forensic Behavioral Science', que ha estudiado a fondo la temática. "Si alguien tiene inclinaciones hacia la conducta sádica o violenta el material pornográfíco puede ser gratificante y de reforzamiento", concluye el experto, que enfatiza el factor grupal: "Cuando los adolescentes y jóvenes están juntos en un grupo, especialmente hombres, se envalentonan entre ellos. Un agresivo macho alfa puede alentar al grupo a actuar de formas que ellos no harían si estuvieran solos. Cuando añades drogas o alcohol en la mezcla hay un potencial para la violencia, particularmente si hay una mujer sola en el parque, en la calle....".

Para Berrill, los adolescentes y jóvenes en manada "pueden ser las personas más peligrosas del mundo" y en sus actos colectivos se necesita "más coraje para salir corriendo", y exponerse luego a la reprobación del grupo, que para sumarse a la acción delictiva.

Rasgos psicopáticos

Manuel Gámez Guadix, doctor en psicología y profesor en la Universidad Autónoma de Madrid, recuerda que la pornografía es "una manifestación más del sistema de roles de género tradicionales y machistas, que dicta un papel sumiso de la mujer e incluye la idea de que es aceptable forzarlas para que se impliquen en relaciones sexuales". Grabar esos delitos, como en el caso de la Manada, puede estar vinculado al narcisismo presente en los perfiles psicopáticos. "Hacen vídeos de algo de lo que, en principio, se sienten orgullosos".

Autor del libro ‘Escuela de padres 3.0. Guía para educar a los niños en el uso positivo de Internet’, Gámez comparte la tesis principal del doctor Berrill: "Ver porno no es causa ‘per se’ de la agresión sexual, más bien contribuye a reforzar el abuso en personas ya predispuestas a ello: con rasgos psicopáticos como baja empatía, con actitudes machistas, víctimas de maltrato infantil...".

En esta misma línea se encuadran las investigaciones del psicólogo Neil M. Malamuth, reputado analista de la influencia de la pornografía en la conducta humana, que resalta la importancia de las diferencias individuales. Sus resultados confirman que en los hombres con alto riesgo de cometer violaciones existe una gran correlación entre la exposición frecuente a ese material sexual y las agresiones; que el porno favorece la reincidencia en algunos violadores y que rasgos como la dominación y la agresividad predicen la preferencia por contenidos de sexo violento e insaciable.

Hay estudios que vinculan más abiertamente el porno con una mayor probabilidad de perpetrar abusos, como un análisis firmado por Paul J. Wright, entre otros, que sugiere que esos contenidos "pueden ser un factor exacerbante". La asociación es mayor en las agresiones verbales que en las físicas. Las conclusiones se contraponen así a las teorías catárticas que sostienen que los individuos que consumen porno violento purgan su agresividad sexual.

Mensajes cosificadores

El psicólogo Javier de Domingo Retuerce se suma a las voces que ven conexiones entre los actos de la Manada y el porno. Enfoca el problema en el patriarcado, las relaciones de poder y plantea: "¿Cuánto influye la construcción social de la sexualidad en la excitación genital? ¿Qué mensajes crea la sociedad asociando sexualidad a genitalidad e inhibiendo el eje de sensualidad y solidaridad? ¿Acaso no legitimamos mensajes cosificadores y verticales a través de productos y servicios?".

De particularmente "terrible" califica el acto de grabar esos delitos. "Implica confianza en que lo que hacen está legitimado y obedece a compartirlo con otros conjurados, varones que apreciarán el machoalfismo de su conducta; que ellos han sido protagonistas de la hazaña dibujada previamente en la pantalla del hogar", explica.

La doctora Olza da ejemplos de las consecuencias del omnipresente porno: "Estudios recientes muestran como cada vez a edades más tempranas las adolescentes occidentales expresan que los chicos les piden tener sexo anal en la primera cita, o que la manera de saber si un chico les quiere o no es hacer todo lo que ellos les piden. Todo eso es el reflejo de lo que han visto en el porno".

Pero la solución, convienen muchos expertos, no está en prohibir una pornografía que es reflejo del constructo social y relacional existente, "un patrón cultural que favorece la instrumentación del cuerpo de la mujer con fines sexuales", esgrime Gámez. "La solución -apostilla- pasa por cambiar las actitudes sociales de base que perpetúan el sometimiento de la mujer".

El factor grupal: cómo justificar actos reprobables

Existen procesos psicológicos que los seres humanos empleamos para justificar actos reprobables, y que operan especialmente en situaciones grupales, explica el doctor Manuel Gámez Guadix. Entre estos procesos estarían:

-La difusión de la responsabilidad: las personas tienden a implicarse en conductas violentas cuando otros también lo hacen; piensan que la responsabilidad no recae en uno mismo sino en la de los otros. Hay una desindividualización y percepción de anonimato.

-El "etiquetaje eufemístico": les permite reformular, a través del lenguaje de una manera aparentemente positiva, hechos como las agresiones. Ejemplos: "Era solamente un juego".

-Minimizar las consecuencias: pensar que las consecuencias de la violación son menores de lo que realmente son. Ideas como "no tiene importancia", "no le va a pasar nada por esto", "es un juego".

-Culpabilización de la víctima: los agresores desplazan la responsabilidad a la víctima para justificar su conducta: "Ella también lo disfrutó", "en el fondo ella también quería", "era promiscua..."