Hay abrazos, hay lágrimas, hay inquietud y hay mucho dolor esta mañana de viernes en el Hospital del Mar de Barcelona, donde permanecen ingresados 18 de los heridos en el atentado de la Rambla. El personal sanitario, las familias de otros pacientes ingresados y los mismos pacientes no tienen palabras para explicar todo ese dolor. Los parientes y allegados de las víctimas prefieren no hablar. Solo lloran y se abrazan.

Aquí está, por ejemplo, esa familia de Rubí (Vallès Occidental) que el jueves vio cómo la furgoneta blanca conducida por Moussa Oukabir segaba la vida a un niño de tres años y a su padre. Otras tres personas del mismo grupo familiar, entre ellas la madre del pequeño muerto, están también hospitalizadas.

Los servicios de apoyo psicológico, coordinados por Cruz Roja, se han extendido a las dos terminales del aeropuerto de El Prat, donde se han habilitado salas para atender a los familiares de las víctimas que han empezado a llegar desde primera hora. También hay un refuerzo especial de profesionales psicólogos en el Centre d'Urgències i Emergències Socials del Ayuntamiento de Barcelona, desde el que se atiende a las personas que han empezado a identificar a los primeros cadáveres.

Entre los hospitalizados, "hay mucha gente joven y muchos niños", ha explicado el cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, que ha hecho una visita a las víctimas. Hay también un grupo de adolescentes alemanes. "Casi todos los heridos están relacionados o emparentados entre sí, porque eran grupos de jóvenes turistas o familias de vacaciones", detalla Sebastià Taltavull, el obispo auxiliar.